DE FIRMARSE PAZ EN
COLOMBIA, SE ABRE POSIBILIDAD DE CAMPAÑA CONTINENTAL PARA EXPULSAR BASES
MILITARES DE E.U. Y OTAN EN AMÉRICA LATINA: ATILIO BORON
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
En términos geopolíticos, “la paz
en Colombia es la paz de Latinoamérica
así como la guerra en Colombia coloca, de un modo u otro según los
países, a todos ellos en guerra. De firmarse la paz y construirse sólidamente
en los pasos venideros, que será una tarea para nada sencilla, se abren
condiciones para lanzar una campaña continental de expulsión de las bases
militares norteamericanas y de la OTAN en América Latina”, afirmó en entrevista
para el portal www.convergenciaporlapaz.net,
el destacado sociólogo y politólogo argentino Atilio Boron.
Al analizar las consecuencias que
en el ámbito político tendrá el proceso de paz colombiano, este científico
social, docente universitario y director del Programa Latinoamericano de
Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del Centro Cultural de la
Cooperación "Floreal Gorini" de la ciudad de Buenos Aires, considera
que el reto que se impone para los
sectores alternativos, de izquierda y del campo popular, es el de trabajar para
“unificar en un frente lo más amplio posible a una variedad de fuerzas
políticas en torno a ciertos ‘denominadores comunes’ dejando de lado diferencias y discrepancias en
temas que no sean los esenciales en el momento actual”.
COLOMBIA TIENE MUCHO QUE PERDER Y NADA QUE GANAR CON INJERENCIA MILITAR DE E.U.
La entrevista con Boron se
realizó en los siguientes términos:
- Así como capitalismo y democracia son
incompatibles, también “paz y neoliberalismo en Colombia son incompatibles”,
afirmó usted en tono categórico en el IX Seminario Internacional Marx Vive que
se realizó en Bogotá, en la Universidad Nacional, en marzo de este año. En
consecuencia, ¿cuál cree que es el reto de los sectores alternativos y de
izquierda de este país para evitar que la firma de la paz entre el gobierno de
Santos y la insurgencia de las Farc no sea una “revolución pasiva” en términos
gramscianos y la oligarquía colombiana termine neutralizando al adversario sin
que haya avances en cuanto a la superación del criminal modelo neoliberal?
- No
hay respuesta desde la teoría para esta pregunta. Que todo esto termine en una
“revolución pasiva” dependerá de la inteligencia y la determinación con que la
izquierda colombiana enfrente el desafío histórico de construir la paz. Para
ello se impone unificar en un frente lo más amplio posible a una variedad de
fuerzas políticas en torno a ciertos “denominadores comunes” dejando de lado
diferencias y discrepancias en temas que no sean los esenciales en el momento
actual. Lo que se busca con esta táctica es aislar a los enemigos de la paz y
avanzar en la concreción de una nueva correlación de fuerzas que frustre las
tentativas de los grupos y organizaciones que por largas décadas han sacado
provecho del conflicto armado, especialmente aquellos que propiciaron el
desplazamiento de grandes masas de campesinos y el robo de sus tierras para
imponer un modelo de capitalismo agrario basado en la depredación
medioambiental y la exclusión de las masas campesinas e indígenas. Creo que es
importante que esta táctica se inscriba en una concepción estratégica más
general que contemple una multiplicidad de iniciativas concretas con sectores
populares de la ciudad que también son víctimas del modelo neoliberal. Es
evidente que el gobierno de Colombia no tiene intenciones de abandonar este
modelo y que sólo admitirá modificarlo en la medida en que sus contradicciones
pongan en entredicho la estabilidad global del sistema. Una adecuada
organización del campo popular y un profundo trabajo de educación política son
instrumentos imprescindibles para garantizar que la paz que eventualmente se
firme no termine en el callejón sin salida de una “revolución pasiva” que deje
lo esencial tal cual está, cuando de lo que se trata precisamente es de
cambiarlo.
- En su libro “América Latina en la
geopolítica del imperialismo”, usted no descarta la hipótesis de que “Colombia
podría ser un país en el que Estados Unidos instaló armamento nuclear”. ¿La
firma de la paz constituye un mecanismo que podría influir a corto y mediano
plazo para que Washington reduzca su control y dominio militar en territorio
colombiano?
- Depende
de cómo se vaya a construir esa paz. La firma es apenas el primer paso de una
larga travesía. Washington ha estado monitoreando in situ esas negociaciones y
hasta donde he podido saber el tema de las bases y su eventual retiro del
territorio colombiano no figura en su agenda. Pero debe figurar, y en un lugar
prominente, en la de los actores políticos colombianos, comenzando por el
propio gobierno. En momentos de profunda desarticulación violenta del sistema
internacional tener bases norteamericanas en territorio colombiano implica
involucrar al país en el amplio abanico de conflictos internacionales
protagonizados por Washington. Sobre todo cuando existen fundadas sospechas de
que en alguna de esas bases podría haber un arsenal nuclear, cosa que atraería
la respuesta violenta de las múltiples organizaciones militares irregulares que
se oponen –por razones que no siempre compartimos, como el fundamentalismo
islámico- al imperialismo norteamericano y que podrían terminar por configurar
en ese país un teatro de conflicto de incalculables proyecciones. En ese
sentido, la presencia de tropas norteamericanas en Colombia remata en una
ecuación política sumamente desfavorable, pues este país tiene mucho para
perder y nada para ganar. De lo que ha trascendido hasta ahora es evidente que
Estados Unidos no tiene intenciones de retirar sus militares de Colombia y esto
nada bueno augura para este país sudamericano.
- ¿En términos geopolíticos qué proyección
tendrá en Latinoamérica la firma de la paz en Colombia?
- Muy
importante porque, tal como lo he expresado en numerosas oportunidades, la paz
en Colombia es la paz de Latinoamérica, así como la guerra en Colombia coloca,
de un modo u otro según los países, a todos ellos en guerra. De firmarse la paz
y construirse sólidamente en los pasos venideros, que será una tarea para nada
sencilla, se abren condiciones para lanzar una campaña continental de expulsión
de las bases militares norteamericanas y de la OTAN en América Latina. Un
continente en donde haya desaparecido el conflicto armado más prolongado de nuestra
historia ratifica sus credenciales para convertirse, seriamente, en una “zona
de paz.” Sin la guerra nuestros países podrán gozar de mayores márgenes de
libertad a la hora de decidir sobre su inserción en las procelosas aguas del
sistema internacional. En el fondo, si triunfa la paz la soberanía popular se
convierte en algo más que una expresión retórica y nuestros pueblos accederán a
mejores condiciones para elegir libremente como integrarse al mundo, con cuáles
aliados, con cuáles proyectos y, finalmente, dar un renovado impulso a la
integración de América Latina, condición indispensable para que nuestros países
no sean arrasados por la prepotencia imperial.
- “Sin modificación subjetiva, sin
elaboración de la verdad de la situación total en la que participa el hombre,
no hay revolución objetiva”, afirmaba su paisano, el destacado filósofo León
Rozitchner. ¿Cuál debe ser el rol de los sectores alternativos y de izquierda
en una Colombia sin conflicto armado para generar una nueva cultura política y
hacia dónde debe apuntar esta “batalla de ideas”?
- Rozitchner
retoma acertadamente la problemática leninista de la dialéctica entre las
condiciones subjetivas y objetivas para la revolución. Si hay una paradoja en
la Latinoamérica actual es la siguiente: las condiciones objetivas para la
revolución están más presentes que nunca antes: inéditos niveles de
concentración de la riqueza y polarización económica; feroz depredación
medioambiental; vaciamiento de las instituciones democráticas; reiterada
frustración de los modelos de crecimiento económico; desindustrialización y
reprimarización de nuestras economías y agudización de la dependencia externa,
entre tantas otras cosas. Sin embargo, la industria cultural norteamericana se
ha anotado un éxito notable al avanzar impetuosamente en el terreno de las
subjetividades promoviendo la calculada
despolitización de la ciudadanía, el resentimiento hacia los políticos, la
exaltación de los valores del mercado, la estigmatización del socialismo, la
ilusión de que el capitalismo ofrece “oportunidades para todos” y la ideología
del fin de las ideologías (y el triunfo del saber técnico, que cancela el
conflicto de valores) y también del fin de la historia, que tiene dos ganadores
inapelables: el libre mercado y la democracia liberal. La batalla de ideas es
impostergable e imprescindible para combatir esas falacias, pero que se han
adentrado profundamente en el imaginario popular latinoamericano. Si el
neoliberalismo fracasó en su promesa de generar crecimiento económico,
redistribución de la riqueza vía el “derrame” de la “riqueza excesiva” que se
vierte virtuosamente hacia los más pobres, logró un éxito notable en el terreno
de la ideología. Lo hizo porque comprendió antes que la izquierda la necesidad
de prevalecer en ese terreno y, además, porque cuenta con un formidable
establecimiento académico e intelectual en los países centrales y también con
una poderosa telaraña de medios de comunicación que controlan casi sin
contrapeso alguno la esfera pública de los países de la región.
Buenos Aires, julio de 2016.
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