A CASI UN SIGLO DEL INFAME TRATADO DE BUCARELI: LA ENTREGA VERGONZOSA DE MÉXICO A ESTADOS UNIDOS
La historia de América Latina está plagada de traición y entrega de la soberanía de varios de sus países a las codiciosas y humillantes pretensiones de Estados Unidos. Ahora que en 2023 se cumplirá los 100 años de la suscripción del infame Tratado de Bucareli, es preciso reseñar la vergonzosa entrega de México por parte del presidente Álvaro Obregón Salido en 1923 a Washington.
El propósito felón del mandatario mexicano fue el de beneficiar de manera desmedida a los Estados Unidos para poder contar con su apoyo en un tiempo en el cual las disidencias políticas postrevolución empezaban a complicar su gobernabilidad.
Estados Unidos, entre tanto, lograba concesiones para obtener cuantiosas reparaciones económicas que alegaba por los supuestos impactos negativos que le había propinado el proceso revolucionario mexicano a sus empresas, así como importantes posibilidades de negocio en las áreas energética e industrial, a cambio de reconocer al gobierno de Obregón.
El Acuerdo o Tratado de Bucareli, conocido con esa denominación por la ubicación de la casa en el barrio céntrico de Ciudad de México que lleva ese nombre, y en la que se realizaron las 19 reuniones entre los plenipotenciarios de los dos gobiernos, consistió en dos Convenciones de Reclamaciones, una Especial y otra General. Los compromisos “extraoficiales” del gobierno de Obregón se encuentran en las actas de las conversaciones, actas cuidadosamente redactadas para evitar efectos políticos indeseables.
Históricamente se ha propalado la versión de que en ese descarado pacto se contemplan algunas cláusulas confidenciales, entre ellas que el mismo tiene vigencia de un siglo.
En consecuencia, en el año 2023 termina el Tratado de Bucareli el cual constituye un acto infame, hecho con desprecio, vileza y maldad contra el pueblo de México.
¡Adiós soberanía mexicana!
Obregón estaba urgido de ser reconocido por Washington, habida cuenta que había llegado a la presidencia mediante golpe militar. Para entonces era inquilino de la Casa Blanca, el republicano John Calvin, quien designó como representante del gobierno estadounidense para negociar el Tratado de Bucareli a George Summerlin, mientras que por México actuaba Alfredo Pani. Ambos estamparon sus firmas en dicho tratado, cuyas cláusulas eran tan infames que no fue aceptado por los Congresos de ambos países. Así que quedó como un trato de “buenos caballeros” el cual fue publicado en el Periódico Oficial el 26 de febrero de 1924.
Estados Unidos aprovechó para esquilmar todo lo que pudo a la nación mexicana mediante este vergonzante acuerdo. En primer término exigió el pago de indemnización a los ciudadanos norteamericanos por los supuestos daños causados en sus propiedades e instalaciones a raíz de la Guerra de Revolución de 1910 a 1921, pidiendo en tono de reclamo todas las ganancias no obtenidas por las empresas norteamericanas en ese periodo. El Estado mexicano pagó una suma millonaria que nunca se publicó.
Washington además solicitó la abolición del artículo 27 de la Constitución Política mexicana que estipulaba la soberanía sobre las riquezas del subsuelo y litorales. Estados Unidos exigió también que dicha norma constitucional no fuera retroactiva para las petroleras norteamericanas.
Asimismo, dicho Tratado prohibió a México producir la maquinaria para sus propias industrias, pues todo sería comprado a los Estados Unidos. De ahí la explicación del porqué Pemex nunca pudo adquirir su maquinaria para la perforación y menos para refinación de crudo.
Era la época en que la aviación mexicana estaba incursionando con éxito en la fabricación de los primeros aeroplanos, siendo pionera en América Latina, pero ante la imposición norteamericana, debió suspenderse. En adelante, todo lo concerniente a la industria aeronáutica se debería adquirir directamente con las compañías estadounidenses dedicadas a este ramo.
En lo relativo a la educación, Estados Unidos impuso que a los niños y jóvenes mexicanos se les prohibiera el acceso a la ciencia, a la tecnología y a los procesos industriales. En consecuencia, México se vio en la penosa necesidad de implementar una metodología mediocre de enseñanza básica y superior. Cuando un educador como Gabino Barreda, primer director de la Escuela Nacional Preparatoria, intentó plasmar el positivismo científico del filósofo francés Auguste Comte, se le vinieron encima tanto la jerarquía de la Iglesia Católica como los conservadores en el poder. Por ello se considera que los mexicanos han tenido que enfrentar un atraso en la enseñanza de 100 años y de 50 en el ámbito tecnológico.
En contraste, Washington abría las puertas de sus universidades a los jóvenes de la élite social mexicana que quisieran educarse con los últimos avances científicos, no obstante la consiguiente estigmatización social y la actitud de traición a la patria.
El Tratado de Bucareli determinó también condiciones especiales para la inversión, estableció salarios bajos, con lo cual generó déficit en cuanto a seguridad alimentaria y pobreza extrema en las clases marginadas.
Un partido político a imagen y semejanza del Tío Sam
El Tío Sam no contento con haberle robado la mitad del territorio a la nación mexicana durante el siglo XIX, y logrado las múltiples y sustanciales concesiones gracias a un pérfido dictador como Obregón mediante el mencionado “acuerdo de caballeros”, tras bambalinas ideó e impulso también un partido político que sirviera a sus mezquinos intereses. Así se formó en 1929 el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Se le denominó “revolucionario” para fingir una causa de rebeldía, aunque aminorada por la palabra “institucional” para denotar un supuesto respeto por el gobierno, acepciones que irán acompañadas por el escudo y bandera nacionales.
Al PRI se le precisaron cuatro obligaciones:
1.- Realizar y vigilar las elecciones.
2.- Salir siempre ganador en las justas electorales, para lo cual se utilizaría el mecanismo del fraude en caso de ser necesario.
3.- Evitar a todo trance la llegada al poder de la oposición.
4.- Permanecer en el poder hasta el término del Tratado de Bucareli (es decir por el lapso de un siglo) y vigilar que su Congreso aprobara todas las iniciativas que favorezcan al capital norteamericano.
Consecuente con esa visión abyecta y cipaya, el Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-18) impulsó una leonina reforma energética en 2013, en virtud de la cual entregó no solo la empresa petrolera estatal Pemex a las compañías transnacionales norteamericanas sino que adicionalmente les concedió la exploración y explotación del Golfo de México.
Narcotráfico, violencia y miedo
Tras esta política entreguista tanto del PRI como del Partido Acción Nacional (PAN) que gobernó dos sexenios con presidentes impresentables y corruptos de ultraderecha como Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, sobrevino para México una crítica situación social imbuida por el narcotráfico y el crimen organizado que trajo como consecuencia la violencia y la amenaza sobre la seguridad ciudadana.
De esta manera, se extendió un estado de miedo y zozobra sobre la población mexicana que sirvió además para encubrir los abusos y los delitos de corrupción cometidos por los gobiernos tanto del PRI como del PAN.
Una historia prolongada de corrupción
En la crisis sistémica de México, Washington siempre ha estado presente sacando partido. Varios mandatarios gobernaban no para los intereses de los mexicanos sino de Washington, así por ejemplo, en 1968, el presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-70), con el pretexto de combatir al comunismo y para agradarles a sus patrones, no tuvo el menor empacho de masacrar a millares de jóvenes estudiantes que pedían una mejor educación e instalaciones adecuadas para el proceso formativo.
Dice Jean François Boyer en su obra La guerra perdida contra las drogas que al inicio del gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88), el Estado mexicano no disponía de fondos presupuestales para el funcionamiento del gobierno, habida cuenta que su antecesor José López Portillo saqueó las arcas público para invertir en España, por orden directa de Washington. Ante la crisis económica, le sugieren al presidente de la Madrid que obtenga recursos vía narcotráfico, cobrándoles a los carteles el 20% del valor de toda la droga que ingrese a Estados Unidos. De esta manera, México se convierte en un narco-estado poniendo en riesgo la seguridad y la integridad de toda su población.
Así, todas las fuerzas de seguridad federal, estatal y municipal fueron involucradas en el negocio sucio del narcotráfico. Además, comenzó la financiación de campañas políticas y el surgimiento del Cartel de Tijuana que comandaban los Arellano Félix.
Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) el negocio del narcotráfico logra un gran auge de la mano de su hermano Raúl, prostituyéndose aún más el poder político. Durante este sexenio se suscribe el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, una prolongación del Tratado de Bucareli, vendiendo a precio mínimo todas las empresas públicas, triangulando su compra con dinero extranjero. Inclusive, el asesinato del aspirante presidencial por el PRI, Luis Donaldo Colosio, fue un problema de dinero sucio proveniente del tráfico de estupefacientes con Raúl Salinas.
En toda esta crisis de empobrecimiento social mexicano, la perversión institucional, la prostitución del poder político por parte del PRI y PAN, el saqueo de las arcas públicas, está la mano corrupta y corruptora de Estados Unidos que busca que se cumpla lo pactado en el Tratado de Bucareli a costa del sacrificio de la sociedad mexicana. Las pérfidas reformas promovidas por el gobierno de Peña Nieto cierran con broche de oro toda esta estafa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario