“HA SIDO UNA CAMPAÑA ELECTORAL SIN IDEAS PERO LLENA DE AGRAVIOS”
POR MARÍA CONSTANZA COSTA / PORTAL DEL SUR
A menos de una semana de que se
celebren las elecciones presidenciales, Colombia transita la recta final de una
campaña electoral que cambió su tono radicalmente en medio de acusaciones de
corrupción y de “campaña sucia”, sumado a una profundización de un discurso de
derecha cuyo apoyo va creciendo en las encuestas, pero que no lograría alcanzar
la mayoría necesaria para ganar la elección. Este panorama parece empujar el
escenario político hacia la polarización entre santistas y uribistas, en el que
el eje principal será “la guerra o la paz”. De este y otros temas, conversó
Portal del Sur con el periodista colombiano Fernando Arellano Ortiz, director
del sitio web crónicon.net y columnista de rebelión.org.
¿Cómo fue cambiando el
escenario electoral en los últimos meses teniendo en cuenta una caída en la
intención de voto a favor de Juan Manuel Santos?
La estrategia de Juan Manuel
Santos orientada y dirigida por el cuestionado sicólogo y publicista político,
Juan José Rendón, el venezolano asesor de los sectores de derecha más
recalcitrantes en América Latina, ha apuntado a “inflar” al candidato escogido
por Álvaro Uribe Vélez, el ex ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, con el
convencimiento de que es el más fácil a derrotar en la segunda vuelta
presidencial. Para forzar el crecimiento en las encuestas de Zuluaga, la campaña
de Santos ha tenido la decidida colaboración del oligopolio de los medios de
comunicación que respaldan su reelección. No hay que olvidar que la
concentración de medios en Colombia es aberrante, peor que en Argentina con el
Grupo Clarín. Tres grupos empresariales concentran más del 98% de la propiedad
mediática, cuyos accionistas o directivos o están directamente emparentados con
el presidente Santos, o les unen con él relaciones políticas, económicas o de
estrecha amistad. No obstante esta circunstancia, hay que señalar que Zuluaga,
luego de las elecciones de Congreso de marzo pasado fue adquiriendo peso
político, habida cuenta que su movimiento Centro Democrático, que dirige Uribe
Vélez, hoy senador electo, logró obtener más de dos millones de votos, con lo
cual se fue posicionando en las encuestas. Dentro de este panorama electoral,
la guerra sucia entre santismo y uribismo (por denuncias de cobros a
narcotraficantes por parte de Rendón y de Germán Chica, ex asesor presidencial
de Santos para lograr una negociación de rebaja de penas con el gobierno
colombiano, por un lado; y el espionaje cibernético por parte de la campaña
uribista a los negociadores del proceso de paz en La Habana, por otro) ha
generado que la campaña presidencial en Colombia haya terminado criminalizada y
que los reflectores de la prensa enfoquen principalmente a los candidatos en
pugna: Santos y Zuluaga. De esta manera, y siguiendo los cálculos de la campaña
santista, los colombianos, en caso de que el candidato del uribismo pase a la
segunda vuelta, no tendrían otra disyuntiva que escoger entre la paz o la
guerra, entendiendo que Santos inició el proceso de la salida política
negociada con las FARC, mientras que el uribismo en cabeza de Zuluaga ha
anunciado que pondría una serie de requisitos y exigencias a la guerrilla para
continuar negociando en Cuba. Lo cierto es que en esta oportunidad, Colombia se
debate, en caso de que estos aspirantes presidenciales logren pasar a la
segunda vuelta, entre el mal menor, pues Santos y Zuluaga representan lo mismo
ideológica y políticamente, pero están divididos simplemente por odios
personales.
En una campaña en la que
parece no haber “grandes temas instalados”, Santos ha instaurado el eje de que
existe una campaña sucia. ¿Qué análisis puede hacer sobre estas denuncias?
La campaña sucia surgió por la
cantidad de versiones, filtración de información y manipulación tanto en medios
de comunicación como en redes sociales tras la denuncias que hicieran el
columnista de opinión de la revista Semana, Daniel Coronell y el diario El
espectador de Bogotá, en el sentido de que el estratega publicitario
de la campaña de Santos, el cuestionado Rendón junto con un ex asesor y amigo
cercano del presidente habían recibido 12 millones de dólares de algunos
narcotraficantes para que sirvieran de puente con el gobierno colombiano a fin
de entrar en una negociación de rebaja de penas. Tras ese escándalo, la campaña
santista no podía quedarse quieta y destapó con la colaboración efectiva y
sorprendentemente oportuna del fiscal general, el espionaje que estaba
realizando el uribismo a través de un hacker de los correos de algunos
negociadores del gobierno y de las FARC que avanzan en el proceso de paz que se
desarrolla en La Habana. En este escándalo que terminó criminalizando la
campaña presidencial, el “latifundio mediático” colombiano, para utilizar una
denominación del periodista Ignacio Ramonet sobre la concentración de la
propiedad de los medios de comunicación, ha jugado un papel predominante. La
“gran prensa” colombiana viene siendo cómplice de esta guerra sucia, pues
titula e informa de acuerdo a la conveniencia de su respectivo candidato,
contrata encuestas y las manipula según sus intereses políticos y corporativos.
Además los dos canales privados de televisión que ostentan la mayor audiencia
del país (RCN y Caracol) se han negado en forma reiterativa a realizar debates
con los candidatos para hacerle el juego a Santos. Ha sido tan perniciosa esta
guerra sucia entre el santismo y el uribismo con su candidato Zuluaga que las
propuestas de los diversos aspirantes presidenciales quedaron relegadas a un
segundo o tercer plano. En esta campaña los colombianos quedaron sin
información adecuada ni contexto de las plataformas programáticas de los cinco
candidatos que aspiran a gobernar el país. Lamentablemente ha sido un proceso
político-electoral sin ideas pero lleno de agravios por los dos sectores de
derecha que puntean las encuestas y que se odian a muerte.
En el último tiempo hubo un
crecimiento de Zuluaga y su discurso de derecha. Una derecha que sigue
resistiéndose a la transformación de los grupos armados en fuerzas políticas
para la disputa electoral. ¿A qué factores le atribuye ese crecimiento?
Como lo señalé anteriormente, el
crecimiento de Zuluaga se debe a dos factores fundamentalmente: el primero es
que su sector político, que lidera el ex presidente Uribe, obtuvo en las
elecciones a Congreso de marzo algo más de dos millones de votos lo que le
permitirá contar desde el 20 de julio próximo con una sólida bancada
parlamentaria: 19 senadores y 20 representantes a la Cámara. Ello sumado al
protagonismo político desmedido de un dirigente cuestionado como Uribe que, no
obstante su pasado inmediato, tiene amplia recepción en diversos sectores de la
derecha. En un país “conservatizado” como Colombia, esta circunstancia ha
producido sus réditos políticos. El segundo factor, es que la campaña santista
considera que Zuluaga es el contrincante más fácil a vencer en segunda vuelta
por cuanto que explotará el eslogan de “paz o guerra” e instalará como ya lo
viene haciendo, las versión cierta de que Zuluaga es “un títere” de Uribe.
Además, insistirá en que elegir a Zuluaga sería como reelegir a Uribe y sacará
a relucir los múltiples escándalos de corrupción de sus ocho años de gobierno y
sus estrechos nexos con el narcoparamilitarismo, así como sus pésimas
relaciones con los gobiernos progresistas de América Latina, particularmente
con los de Venezuela y Ecuador. En ese propósito de “inflar” a Zuluaga está
contribuyendo el sistema monopólico de medios de comunicación que está alineado
con Santos, el cual se ha prestado además, para la manipulación de encuestas y
sondeos de opinión.
Podría pensarse que el Acuerdo
de Paz sería el tema más relevante de la campaña, sin embargo los sondeos de
opinión ponen como prioridad otros temas como el desempleo, cuando ni siquiera
está en su índice más alto…
Si bien el tema del proceso de
paz con las FARC es de suma importancia para un país como Colombia que lleva
más de 60 años de conflicto interno, en esta campaña su incidencia no ha sido
de mayor relieve como habría de esperarse por cuanto de los cinco candidatos,
tres: Santos, Clara López (Polo Democrático Alternativo) y Enrique Peñalosa
(Partido Verde) han expresado abiertamente su respaldo a los diálogos de La
Habana, mientras que Zuluaga y la conservadora Martha Lucía Ramírez son
claramente adversos al mismo. La campaña presidencial en materia de paz solo ha
girado en torno de quiénes son los candidatos que continuarían con los diálogos
y quiénes no, por lo que el tema ha terminado reducido en si los colombianos
quieren “paz o guerra” para el cuatrienio próximo. En cuanto al tema del
desempleo, hay que decir que sí genera inquietud e interés en razón a que si
bien el gobierno muestra cifras en la dirección de que la desocupación laboral
viene reduciéndose, lo cierto es que las mismas son engañosas y manipuladas. En
efecto, no hay que olvidar que en Colombia, por virtud de las políticas
neoliberales, algo más del 65% de la población activa labora en la informalidad
y un gran porcentaje de los trabajadores son tercerizados. No existen por lo
tanto prestaciones ni derechos laborales para el grueso de la población activa,
razón por la cual el tema del empleo y la obtención de un salario digno constituyen
una prioridad para la sobrevivencia de la mayor parte de los colombianos que
deben soportar la precariedad laboral.
Volvió la Unión Patriótica, la
izquierda logró confluir con una candidatura de unidad. ¿Cómo se imagina los
cambios a futuro en el escenario político?
En buena medida, el futuro de la
izquierda en Colombia va a depender del proceso de paz con las FARC. Si se
llega a buen puerto en la negociación con la insurgencia, el tablero político
del país cambiará sustancialmente y ahí la izquierda podrá tener perspectiva y
horizonte en la medida en que logre concretar una gran convergencia de los
sectores progresistas y democráticos para entrar a disputarle el poder a la
derecha que tradicionalmente ha gobernado a Colombia. Por lo pronto, sectores
de izquierda como el Polo Democrático y la Unión Patriótica tienen que seguir
apostándole a consolidar un frente amplio de los sectores políticos y sociales
alternativos (tipo el que gobierna en Uruguay) capaz de convertirse en opción
válida de poder.
¿Por qué hay una gran parte de
la sociedad que se abstiene de ir a votar?
Tradicionalmente Colombia ha sido
un país de una inmensa abstención electoral debido al alto grado de corrupción
de su clase gobernante y su incapacidad reiterativa para solucionar los
ingentes problemas de la sociedad. Más del 60% de la población se abstiene de
acudir a las urnas por su desencanto con una clase política conservadora que no
ofrece alternativas. Cuando surge en este país un líder progresista o de
izquierda, la misma clase tradicional liberal-conservadora que ha gobernado
esta nación desde su independencia lo extermina vía la estigmatización y el
homicidio como ha sucedido con dirigentes como Rafael Uribe Uribe, Jorge
Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Jaime
Pardo Leal. La mayoría de la población vive por ello desencantada con la
política, habida cuenta que los colombianos deben convivir con un esquema
político paralizante caracterizado porque hay alternancia de personajes en el
poder pero sin alternativas reales de cambio. En definitiva y parodiando al
dirigente argentino peronista John William Cooke, podríamos decir que las
zozobras del establecimiento colombiano “son las de un mundo agotado tratando
de estirar los plazos de su aniquilamiento”.
En caso de que Santos y
Zuluaga lleguen a segunda vuelta, tal como indican los sondeos de opinión,
¿cuál considera que será el escenario en el futuro inmediato de Colombia?
El escenario que se vislumbra en
caso de que Santos y Zuluaga pasen a la segunda vuelta va a ser de incremento
de la guerra sucia. La campaña presidencial se criminalizará aún más con
denuncias penales de lado y lado. Con un Álvaro Uribe de jefe de campaña de
Zuluaga siendo agresivo contra el proceso de paz y obviamente con Juan Manuel
Santos. Se desencadenará entonces un período de agravios, los ataques
personales subirán de tono, lo que puede ocasionar actos violentos. El
santismo, por su parte, buscará por todos los medios instalar una matriz de
opinión en el país según la cual la disyuntiva es guerra o paz, e inculcará
temor por el retorno de un estilo de gobierno de ultraderecha como el de Uribe,
representante del narcoparamilitarismo, capaz de hacer lo que sea por lograr
sus funestos propósitos. La realidad política y social colombiana se tensará
aún más en medio de un inconformismo generalizado de una población que solo ve
postergar las soluciones a sus problemas más acuciantes.
Por último, ¿cuáles son sus
expectativas en relación a los diálogos de La Habana?
Mis expectativas apuntan a que
tanto el gobierno como las FARC logren concretar un acuerdo de desmovilización
de la insurgencia que es el principio para comenzar a construir la paz. De esta
manera se podrían poner los primeros cimientos para iniciar el posconflicto que
debe caracterizarse por la ampliación de espacios democráticos y la ejecución
de reformas como la agraria y la económica para posibilitar una mejor
distribución de la riqueza y garantizar simultáneamente verdaderas
oportunidades para la inmensa mayoría de los colombianos. Es un camino largo,
lleno de dificultades, pero un reto apasionante para los sectores democráticos
y alternativos que buscan para este país, “una segunda oportunidad sobre la
tierra”, como en la crónica novelada del escritor colombiano Gabriel García
Márquez.
Portal del Sur.info, 22 de mayo
de 2014.
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