LOS COSTOS DE LA NUEVA VERSIÓN DEL PLAN COLOMBIA: OTRO CAPÍTULO DE WASHINGTON EN SU ESTRATEGIA DE INJERENCIA Y ACUMULACIÓN POR DESPOSESIÓN
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
Más allá del
indigno acto de cipayismo y entrega de la soberanía nacional por parte del
presidente Juan Manuel Santos, quien en forma cínica se trasladó con una
numerosa comitiva a Washington dizque a celebrar el pasado 4 de febrero los 15
años del Plan Colombia, que el establecimiento de este país denomina
eufemísticamente “ayuda” a lo que no es más que una estrategia de saqueo y
subyugación, el quid del asunto está en conocer cuáles serán las nuevas
condiciones que impondrá la Casa Blanca al gobierno colombiano para “aportar”
al posconflicto.
Al fin y al cabo hay que tener en
cuenta como bien lo señala el historiador y docente universitario Renán Vega
Cantor que en lo que concierne a la compleja y dramática realidad
socioeconómica y política colombiana, “Estado Unidos no es una mera influencia,
sino un actor directo del conflicto, debido a su prolongado involucramiento
durante gran parte del siglo XX”. (1)
Teniendo como antecedente el alto
costo que ha tenido el Plan Colombia no solo en recursos económicos sino en
vidas, entrega de soberanía y control militar estadounidense-israelí en este
país andino, y sabiendo de antemano que los gringos no dan un “almuerzo gratis”,
el gobierno de Santos gurda hermético silencio sobre las nuevas condiciones que
le impondrá Washington para “concederle” una nueva partida de 450 millones de
dólares, cuyo destino según la propaganda oficial, contribuirá a financiar el
posconflicto, una vez se suscriban los acuerdos de La Habana con los
negociadores de las Farc.
Hay que recordar que para
cofinanciar el Plan Colombia suscrito en el gobierno del conservador Andrés
Pastrana (1998-2002), la administración Clinton puso como condiciones, entre
otras, la aprobación de un leonino Tratado de Libre Comercio, la privatización
de valiosos activos públicos como todas las empresas generadoras de energía y
bancos públicos, el sometimiento de la economía colombiana al Fondo Monetario
Internacional, la ampliación de la base del IVA, la aprobación de un impuesto
sobre las operaciones financieras (denominado 4 x 1000), la reforma al sistema
de seguridad social con criterio mercantilista, y recortes en el gasto público.
En estos 15 años del Plan,
Colombia ha recibido alrededor de 10 mil millones de dólares por parte de
Estados Unidos, y como contrapartida el gobierno de esta nación suramericana ha
puesto 120 mil millones de dólares. Han sido tres lustros de sometimiento
colonial en materia económica, política y militar. Así lo reconoció el propio
Comando Sur al explicar que si en el gobierno de Pastrana se produjo “la
norteamericanización de la política de seguridad colombiana”, en el de Álvaro
Uribe Vélez (2002-2010), se presentó “la colombianización de la estrategia de
seguridad norteamericana en el país, es decir la interiorización de los
dictámenes de Washington”. (2)
Durante el gobierno de un
mandatario caracterizado por su estulticia y frivolidad como Andrés Pastrana
Arango, el Plan Colombia se convirtió en la carta de navegación de su funesta
gestión. Con la argucia de impulsar la política antinarcóticos de los Estados
Unidos, se “vendió” esta iniciativa de Washington impuesta a Bogotá, pero cuyo
verdadero fin era la consolidación del modelo neoliberal (3) y el dominio
militar norteamericano, propósitos éstos que se han cumplido además al pie de
la letra en desarrollo de los gobiernos de ultraderecha liderados por Álvaro
Uribe y Juan Manuel Santos.
IMPOSICIÓN DE LA AGENDA ECONÓMICA
Aunque el establecimiento
colombiano a través de sus medios propagandísticos de (in)comunicación se ha
empeñado en presentar un Plan Colombia edulcorado, de “cooperación”
norteamericana para fortalecer la lucha antinarcóticos, la evidencia de sus
alcances muestra que también fue una estrategia de imposición de la agenda
económica. En efecto, estableció “que el neoliberalismo debe seguir siendo la
concepción que oriente la economía colombiana, así la apertura y la
privatización hayan fracasado como políticas para desarrollar el país”. (4)
De esta manera y bajo el supuesto
de contribuir a combatir el narcotráfico y la insurgencia guerrillera
(injerencia en los asuntos internos), el Plan fue determinante para que se
hicieran reformas y ajustes estructurales en la economía colombiana en
consonancia con la doctrina neoliberal del denominado Consenso de Washington.
Así, Estados Unidos
convirtió a Colombia en su principal base militar en Latinoamérica y en una
óptima plataforma de negocios para sus transnacionales y el capital financiero
especulativo.
FRACASO COMO ESTRATEGIA MILITAR
Si bien Washington ha logrado
exitosos resultados en cuanto al expolio económico y su injerencia política con
el Plan Colombia, su estrategia militar ha sido un total fracaso, por cuanto la
lucha contra el narcotráfico y su empeño por derrotar a la insurgencia
guerrillera no dieron los resultados que sus ideólogos y ejecutores anunciaban.
Muy seguramente porque la real intención de este Plan ha sido convertir a
Colombia en un enclave para sus intereses estratégicos. Además ha sido
Washington el que impuso las negociaciones de paz con las Farc al gobierno de
Santos para consolidar a corto y mediano plazo su injerencia.
Sobre las consecuencias en
desconocimiento atroz de los derechos humanos como la violación de 52 niñas por
parte de personal norteamericano en los alrededores de Melgar (Tolima); la
obsecuencia total de las Fuerzas Militares colombianas al Comando Sur de los
Estados Unidos; la ocupación de bases militares por parte de mercenarios
gringos, no es más que leer el último libro del periodista Germán Castro
Caycedo, Nuestra guerra ajena (Editorial Planeta, 2014), para entender
minuciosa y detalladamente lo que ha sido el malhadado Plan Colombia.
No hay que olvidar además que
durante la primera fase de ejecución del Plan Colombia en pleno gobierno de
Pastrana se incrementaron las acciones del paramilitarismo e incluso la “ayuda”
militar norteamericana terminó dando al traste con el proceso de paz que se
había iniciado con las Farc en 1998.
CONSOLIDAR SU INJERENCIA
Cuando se está ad portas de un
acuerdo histórico de paz entre el Estado colombiano y la insurgencia de las
Farc, Estados Unidos que, como lo ha demostrado documental e históricamente el
profesor Vega Cantor, es actor de primera línea en este inveterado conflicto,
busca consolidar su injerencia en el país andino, por ello el propio presidente
Obama montó toda una tramoya el pasado 4 de febrero en la mismísima Casa Blanca
con la total obsecuencia de Juan Manuel Santos, para anunciar con bombos y
platillos que la nueva versión del estratégico Plan se denomina “Paz Colombia”
y para su implementación solicitará al
Congreso estadounidense una partida de 450 millones de dólares.
Queda por conocerse cuál es el
nuevo costo que tendrá que pagar el pueblo colombiano por esta nueva “ayuda”, y
cómo será el nuevo capítulo de acumulación por desposesión que se apresta a
ejecutar el Tío Sam con la complacencia y complicidad de dirigentes de la
catadura de Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe Vélez, Andrés Pastrana Arango y
César Gaviria Trujillo, quienes han sido ampliamente recompensados por su
efectivo rol de cipayos.
Notas
1.- Vega Cantor, Renán. La dimensión
internacional del conflicto social y armado en Colombia. Injerencia de los
Estados Unidos, contrainsurgencia y terrorismo de Estado. Informe para la
Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Bogotá, febrero de 2015.
2.- Habla el Comandante del Sur.
Semana.com, Bogotá, 11 de diciembre de 2003.
3.- Ahumada, Consuelo. Cuatro
años a bordo de sí mismo. La herencia económica, social y política del gobierno
de Andrés Pastrana. El Áncora Editores, Bogotá, 2002.
4.- Robledo, Jorge Enrique.
Neoliberalismo, privatizaciones y servicios públicos. ARS Ediciones, Manizales,
2001.
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