MEMORIA HISTÓRICA COMO
IDENTIDAD SOCIAL COLECTIVA Y EJE POLÍTICO TRANSFORMADOR EN EL PROCESO DE PAZ
COLOMBIANO
Por Fernando Arellano Ortiz
Hay una memoria
compartida, que no debería arrogarse nadie, una memoria que fue durante años
sojuzgada, esquilmada y manipulada. El lenguaje oficial había suplantado el
lenguaje real. El lenguaje oficial había suplantado el lenguaje real. En la
calle y en los papeles las palabras vivían bajo sospecha, muchas cosas parecían
no tener nombre, porque nadie jamás se atrevía a nombrarlas, otras se habían
vuelto decididamente equívocas y apenas podía uno reconocerlas.
- Juan Marsé,
discurso Premio Cervantes, 2008.
Dentro de
los múltiples desafíos que enfrenta la paz en Colombia que comenzará a
construirse a partir de que se suscriban en La Habana los acuerdos entre el
gobierno de Santos y la insurgencia de las Farc, urge la posibilidad de
construcción colectiva de memoria histórica como mecanismo reparador de una
sociedad mellada por tanto dolor. Al fin y al cabo, “la memoria no solo es
desafío al olvido, es también sanación y reparación. Y el primer elemento que
permite una reparación es la verdad”. (1)
Se trata, como bien lo ha
señalado el profesor Alfredo Gómez Müller, de responder ética y políticamente a
una exigencia de las víctimas, y en general de la sociedad-víctima por décadas
de conflicto, destrucción del tejido social y desgarramiento humano, consistente
en “una apropiación narrativa del pasado de inhumanidad, en la cual lo
narrativo no se disocia de la verdad factual, ni lo político de lo simbólico”.
(2)
Según diversas investigaciones
sobre este complejo tema, sociedades desestructuradas como la colombiana que
han padecido por años los rigores de la guerra y de la violencia endémica,
requieren para enfrentar su dolor y su alta carga de sufrimiento, la
elaboración de un duelo que tiene que ser social y colectivo, y ello puede
lograrse mediante la resignficación del sentido de la memoria histórica de cara
a un futuro diferente, que conlleva las garantías de no repetición de los
hechos atroces cometidos y padecidos en el pasado.
En su artículo para la edición en
español de Le Monde Diplomatique correspondiente a este mes de marzo, su
director, el semiólogo y periodista hispano-francés, Ignacio Ramonet, explica
que el proceso reparativo a las víctimas “no es sólo un asunto jurídico”. Lo
que está en juego es su derecho “a una reparación moral, el derecho colectivo a
la memoria”, y pone de presente el acuerdo entre el gobierno de Colombia y las
Farc para “la creación de una Comisión de la Verdad para ‘esclarecer’ y
‘explicar’ el conflicto que –desde hace más de medio siglo– desgarra ese país
sudamericano”.
“La reconstrucción de la
identidad social es un trabajo colectivo que supone poder realizar un relato
fidedigno de los crímenes perpetrados desde el autoritarismo. Ese relato
resulta indispensable para las nuevas generaciones que se acercan a conocer su
pasado. Para que la memoria no se degrade, es necesario ejercerla en relación
con el presente y de cara al futuro”, explica Ramonet. (3)
A PARTIR DE LA MEMORIA, TRANSITANDO HACIA UNA PAZ POSIBLE
El pasado martes 23 de febrero,
junto a su colega, el también psicólogo
y docente universitario Alejandro Hernández Buesa, implementaron un novedoso
taller de carácter lúdico y experimental, denominado, “Transitando hacia una
paz posible”, en el que un grupo de alrededor de veinte personas lograron
elaborar sus relatos en torno a la historia de la violencia sociopolítica en Colombia, mediante una dinámica
interactiva y pedagógica, a partir de la
cual reflexionaron acerca de las posibilidades de transitar hacia la reconciliación y la Paz, tomando como elemento
esencial la construcción de la verdad histórica; lo cual no es nada fácil en un
país como Colombia, afectado por múltiples fenómenos de violencia e impunidad
que se han naturalizado y normalizado.
Girón y Hernández consideran que
en Colombia se ha creado un lenguaje de la guerra que impacta en forma directa
el comportamiento de sus habitantes, pues su psiquis está militarizada, y al
mismo tiempo hay guetos identitarios muy fuertes, cuyo resultado es la fragmentación del tejido
social y la deshumanización de las relaciones interpersonales en los diferentes
ámbitos de la vida cotidiana, tanto privados, como públicos. Esta
deshumanización es la expresión de un fenómeno que los psicólogos denominan
como el “correlato psicosocial de la guerra”, que se manifiesta en el “conjunto
de patrones aberrantes de emocionalidad,
pensamiento y conducta -individual y colectiva- que operan como mecanismos de defensa frente
a las situaciones extremas de barbarie, generando la desesperanza, la
indiferencia, la desconfianza, la impotencia, el miedo y la intolerancia, entre
otras dinámicas que fracturan y polarizan el cuerpo social. En este sentido, los psicólogos resaltan el
nefasto papel que los medios de comunicación tradicionales han tenido en la
configuración de una sociedad deshumanizada y enajenada, en la medida en que
han logrado imponer un relato
acomodaticio de los hechos relacionados con la violencia sociopolítica y el
conflicto armado, que responde a los intereses de los sectores hegemónicos.
NECESIDAD DE UN RELATO HISTÓRICO PLURAL
Por ello, Girón advierte que esta
tergiversación del relato histórico constituye un “olvido impuesto que agrieta
la piel del alma colectiva de los colombianos”. Esta psicóloga, activista de
derechos humanos y docente universitaria (4), explica que en la reconstrucción
de la memoria en Colombia hay una clara confrontación entre las diferentes
versiones de la memoria histórica, donde es evidente que, pese a los avances en
materia de políticas públicas de reparación integral para las víctimas del conflicto, todavía
existe una discriminación frente a los relatos de las víctimas de crímenes de
Estado, en la medida en que dichos
relatos dan cuenta de la dimensión
estructural del conflicto sociopolítico que dio origen al conflicto armado
interno, en tanto involucran la responsabilidad estatal en la violación masiva
y sistemática de los Derechos Humanos, y
van más allá de las infracciones al Derecho Internacional Humanitario
cometidas por las fuerzas armadas legales en el marco de la confrontación
armada con los grupos al margen de la Ley. Desde su perspectiva de análisis,
Girón afirma que uno de los principales retos del proceso de paz en el actual
contexto de transición hacia el
post-acuerdo, es el de construir un
relato histórico plural. No se trata, enfatiza, de contraponer la verdad
hegemónica a una verdad contrahegemónica, sino de lograr construir
colectivamente un relato histórico amplio e incluyente “que dé cuenta de la complejidad que encierran
las diferentes versiones sobre los acontecimientos violentos, sus causas,
consecuencias, efectos e impactos particulares y generalizados”.
“A partir de esa comprensión,
-agrega- y teniendo en cuenta la permanencia de las dinámicas de exclusión
política, económica, étnica, cultural y social que dieron origen al conflicto
armado interno, que continua vigente, aunque sus modalidades se hayan ido
transformando a lo largo del tiempo, vale la pena seguir indagando sobre las
formas en que los discursos y las prácticas
de construcción de la memoria -incluidas las prácticas institucionales y
sociales, gubernamentales y no gubernamentales- contribuyen o no, a consolidar
una verdadera democratización de la sociedad colombiana”.
Girón se lamenta porque en la
actual coyuntura sociopolítica colombiana
de transición política hacia el
post-conflicto armado y el logro de la
Paz, “a pesar de los avances en materia de derechos de las víctimas, aún no existe la voluntad política suficiente por parte del Estado para
construir una memoria histórica que sea producto de una pluralidad de voces en
el espacio público acerca de los hechos violentos que han afectado al país
desde hace más de 60 años”. Explica además que en los “diferentes estratos
sociales, las personas no relacionan el conflicto armado con la falta de
garantías en materia de derechos económicos, sociales y culturales, civiles y
políticos que afectan al grueso de la población colombiana”.
Para desatar “las memorias
atrapadas en la guerra”, frase de la socióloga colombiana Elsa Blair, es
prioritario dice Girón, generar y desarrollar “una pedagogía social de la
memoria histórica que contribuya a desmarginalizar el discurso de los Derechos
Humanos, promoviendo la creación de un
consenso ciudadano en torno al sentido de justicia… El compromiso ético es el
de tratar de menoscabar la versión oficial que se ha impuesto sobre lo que ha
sucedido en Colombia, para plantear otros escenarios y explicaciones de lo
sucedido, con el fin de proponer estrategias encaminadas a la búsqueda de
soluciones estructurales para garantizar el goce de Derechos Humanos”.
En definitiva, como señala el
filósofo búlgaro Tzvetan Tódorov, se trata de que la memoria histórica, además
de ser colectiva e incluyente, tenga una dimensión pedagógica y un sentido
político de futuro, aprovechando el legado ético que se
desprende de las lecciones que nos han
dejado las experiencias dolorosas vividas por las víctimas, así como sus
apuestas de lucha digna y pacifista contra
el olvido y la impunidad.
NOTAS
1.- Maya Sierra, Maureén. La
memoria como constituyente de identidad social y colectiva en Memoria, Silencio
y Acción Psicosocial. Reflexiones sobre por qué recordar en Colombia, Ediciones
Cátedra Libre, Bogotá, octubre de 2010.
2. Gómez Müller, Alfredo. La
Reconstrucción de Colombia, Escritos Políticos, La Carreta Editores, Medellín,
2008.
3.- Guerras, memoria y justicia,
Le Monde Diplomatique, edición en español, marzo de 2016.
4.- Coordinadora de proyectos
pedagógicos de la Fundación Manuel Cepeda Vargas desde 1994 hasta 2008 y directora de la misma desde 2009 hasta el
presente.
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