“EN COLOMBIA LO QUE SE
PRESENTA ES UNA GEOGRAFÍA RADICAL DE LA VIOLENCIA POR DISPUTA DE RECURSOS”:
CONSUELO AHUMADA
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
Ciudad de Panamá
Las políticas neoliberales
afectan negativamente la implementación de los acuerdos de paz en Colombia.
Bajo la lógica de “lo que no es rentable no sirve”, el enfoque económico del
gobierno de Juan Manuel Santos es dar prioridad a la promoción del capital especulativo
transnacional, con lo que se ha financiarizado la economía. Por tal razón, el
Estado no ha podido cumplirle a las Farc, los requerimientos mínimos para la
reincorporación de sus exguerrilleros. A ello hay que sumar la oposición tenaz
de unos sectores, particularmente de derecha, que se oponen al proceso, porque
afecta sus intereses.
Esta lectura de las vicisitudes
por las que atraviesa el periodo de reincorporación a la sociedad del
movimiento exguerrillero de las Farc, hoy convertido en partido político, la
hizo la analista y docente universitaria Consuelo Ahumada Beltrán, filósofa
colombiana y politóloga de la Universidad de Nueva York, durante la charla que
brindó en desarrollo del XI Congreso de Economistas de América Latina y el
Caribe, que tuvo lugar en Ciudad de Panamá, entre el 18 y el 20 de octubre.
Durante su intervención que
tituló “La economía colombiana entre al ajuste fiscal y los acuerdos de paz”,
la analista explicó que se pactó la reincorporación de la guerrilla para lo
cual se establecieron 25 zonas de concentración pero el Estado no ha cumplido
con las condiciones mínimas de instalación de las mismas. “El Gobierno no se
compromete como debería ser”, precisó.
Ahumada fue categórica al
caracterizar la cruda realidad de su país. “En Colombia –dijo- lo que se
presenta es una geografía radical de la violencia por la disputa de recursos,
como en los casos de departamentos como Chocó, Cauca, Nariño, buena parte de la
Costa Caribe, y varios municipios de frontera, donde las actividades de
narcotráfico, trata de personas y tráfico de armas es el denominador común”.
En efecto, diversos estudios han
logrado identificar patrones espaciales generados por el conflicto armado que
permiten tener un panorama completo del territorio y de las dinámicas generadas.
El conflicto interno se ha desarrollado de manera desigual en el territorio
colombiano, ha desencadenado muertes en todos los segmentos de la población,
secuestro, extorsión, discapacitados, reclutamiento forzado, narcotráfico,
daños al medio ambiente, deterioro de las relaciones internas y externas.
Los patrones de violencia superan
los límites departamentales y muestran los continuos y discontinuos espaciales
generados por el conflicto, lo cual ha reconfigurado la realidad nacional y
evidencian la necesidad de tener otras perspectivas de análisis territoriales.
Esa geografía de la guerra ha
sido causada en buena medida por el abandono histórico del Estado de las zonas
rurales y periféricas del país, lo cual ha generado no solo altos índices de
pobreza sino además el incremento considerable en la concentración de la
propiedad rural: 8.3 millones de hectáreas han sido despojadas o abandonadas
por la fuerza (Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia,
2012).
A lo anterior se agrega que el
82% de la población civil ha sido víctima del conflicto armado; el 63% de
jóvenes menores de 25 años es impactado de manera dramática por el fenómeno del
desplazamiento forzado; y varios pueblos indígenas se encuentran en vías de
desaparición por el abandono del Estado.
Ese abandono secular ha forzado a
los campesinos de varias regiones del país a cultivar coca porque el Estado no
da alternativas.
Estos datos suministrados por la
politóloga durante su conferencia, dan cuenta además que Colombia es uno de los
países con mayor concentración de la riqueza no solo de América Latina sino del
mundo (el coeficiente de Gini en este país se ubica en 0.90).
A ese complicado panorama,
Ahumada agrega el hecho de que “la realidad colombiana está completamente permeada
por una cultura retardataria, patriarcal, feudal, religiosa y antidemocrática”.
Por ello es que en el relato dominante del conflicto se estigmatiza a la
guerrilla, se sobredimensiona su accionar pero no se reconocen los horrores cometidos
por los paramilitares que de lejos han cometido más acciones violentas que la
insurgencia.
En ese contexto, la profesora
universitaria explica que uno de los actores de la política colombiana, el
cuestionado expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, se opone frontalmente
a que se investigue el despojo de tierras y la violación de derechos humanos
por parte de agentes del Estado y de terceros con ocasión del conflicto interno,
porque él, su gobierno (2002-2010), muchos de sus aliados y colaboradores
seguramente saldrán salpicados y comprometidos. A ello, precisa Ahumada, se
debe “la oposición de Uribe a la Justicia Especial para la Paz”, (justicia
transicional).
PRIORIDAD A LA PROMOCIÓN DEL CAPITAL ESPECULATIVO TRANSNACIONAL
Al recabar que el modelo
económico constituye un misil contra los acuerdos de paz porque limita al
máximo la inversión social y la posibilidad de llevar desarrollo humano a las
regiones periféricas del país, la politóloga explica que eso es debido a que la
prioridad del gobierno es otorgarle el máximo de ventajas a la inversión
extranjera.
El de Colombia, dijo, es un
modelo económico que se sustenta en la regla fiscal, basada en el principio de
sostenibilidad de las finanzas del Estado, herramienta que fue
constitucionalizada a través de la aprobación de un acto legislativo en junio
de 2011.
Los gobiernos del último cuarto
de siglo se han destacado además por el ajuste fiscal que no es más que la
reducción del gasto público en lo social. Ello se evidencia en la política
tributaria ejecutada a través de las diversas reformas realizadas durante el
prolongado periodo del modelo neoliberal en Colombia que muestra tendencias
claras y perdurables que Ahumada precisa en las siguientes características: 1)
preocupación por otorgar beneficios tributarios al gran capital y la inversión
extranjera; 2) modificaciones del impuesto de la renta, en torno a su
reducción, sumado a un aumento de las exenciones a las grandes empresas
extranjeras y nacionales, mientras que se da un incremento en los impuestos a
las rentas laborales, lo que afecta a la clase media directamente; 3)
incremento de la tributación indirecta, representada por el Impuesto al Valor
Agregado (IVA), gravamen al consumo de naturaleza regresiva, ya que afecta a
toda la población sin importar la condición socioeconómica; 4) reducción
importante de la financiación social por parte de los empresarios.
Esa es la explicación porque
sectores como la agricultura y la industria están totalmente rezagados, pues al
dar prioridad a la promoción del capital especulativo transnacional, se ha financiarizado
la economía.
La prioridad del gobierno,
precisa la analista política, “es cumplirle a los bancos, ese el paradigma,
porque de lo contrario vienen las sanciones y las malas calificaciones de las
agencias de riesgo, pero no se sanciona a un país como Colombia donde se deja
morir a miles de niños por inanición y no se garantiza mínimamente el derecho a
la salud”.
El capital y su rentabilidad
especulativa, adicionalmente, tienen la protección de la institucionalidad. Por
ejemplo, dijo Ahumada, “la Fiscalía General está comprometida con la protección
de los grandes grupos económicos y de los líderes de los partidos políticos más
corruptos, precisamente los enemigos del proceso de paz”.
Para el gobierno de Juan Manuel
Santos y varios empresarios la paz no es más que una excelente oportunidad para
hacer negocios muy rentables. Sin embargo, dijo la docente universitaria, “al
campesinado colombiano no le interesan las grandes autopistas como las 4G que
son para los meganegocios, lo que si son de su prioridad son las vías
terciarias, ni siquiera las secundarias” para poder hacer rentable su economía
agraria.
LOS RETOS PARA UNA VERDADERA IMPLEMENTACIÓN DE LOS ACUERDOS DE PAZ
En opinión de Ahumada Beltrán,
para lograr una verdadera implementación de los acuerdos de paz y avanzar en la
etapa del posconflicto, se requiere en primer lugar, fortalecer el papel
redistributivo del Estado y de la inversión pública y social, para lo cual es
imperativo la reformulación del modelo económico en Colombia. Ello tendría que
ir acompañado de la refinanciación de la deuda externa, y de otra visión
respecto del problema del narcotráfico. Porque en el caso colombiano, en este
espinoso tema, Estados Unidos chantajea y presiona a Santos en materia de los
denominados cultivos ilícitos y esa es la razón para que tenga que mostrarse
como obsecuente aliado de Washington, asumiendo continuamente una actitud
vergonzante de injerencia al pronunciarse contra el proceso político de
Venezuela.
Para lograr lo anterior, precisa,
se requiere enfrentar en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2018
a la alianza de la extrema derecha que apunta a torpedear los acuerdos de paz,
haciéndolos “trizas” como ha sido su expresión, mediante una gran convergencia
de los sectores alternativos, democráticos y de los que están comprometidos con
el proceso para elegir un gobierno que garantice la viabilidad del posconflicto
poniendo en marcha planes para reducir la pobreza, optimizar los servicios
sociales básicos y contribuir en el plano regional a reimpulsar el modelo de
integración. Como lo hicieron, puntualiza Ahumada, los gobiernos progresistas de
Suramérica que lograron trazar alternativas de desarrollo social y de defensa
de la soberanía.
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