LA IMPERIOSA NECESIDAD DE UNA RENTA BÁSICA
UNIVERSAL
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /
Las devastadoras
consecuencias que desde 2020 viene generando la pandemia del Covid-19, sobre
todo entre los sectores más vulnerables de la población, amerita la adopción de
medidas por parte de los Estados que permitan garantizar mínimamente los
derechos fundamentales de los más carenciados, como por ejemplo, políticas
públicas como la denominada Renta Básica Universal
(RBU).
En el ámbito
regional la Comisión Económica para América
Latina (Cepal), un organismo de Naciones Unidas, viene promoviendo entre
los gobiernos del hemisferio la posibilidad de implementar la RBU que es un
ingreso mínimo digno que se les entrega mensualmente a los ciudadanos para que
puedan cubrir mínimamente sus principales gastos de subsistencia.
La RBU es
concordante con la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su
artículo 25 prescribe: “Toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la
vivienda, la asistencia médica […]’’.
No se trata de
un magro subsidio como el que el Estado colombiano reparte a través de
programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor y ahora
con motivo de la pandemia, Seguro Solidario. La renta básica es compatible con
otros ingresos, de manera que si alguien tiene un empleo de baja remuneración,
recibirá un complemento hasta alcanzar los umbrales previstos para subsistir de
manera digna y sin afugias económicas.
La filosofía de esta medida se sustenta en que los individuos no pueden ser libres si su existencia material no está garantizada y por la tanto la RBU es un ingreso no condicionado, pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad o residente sin que dicho pago vaya en detrimento de las conquistas del Estado de Bienestar (educación, sanidad, etc.). Para obtenerlo no se requiere demostrar un determinado estado de pobreza, estar buscando trabajo remunerado o haber perdido el empleo.
La idea de una
RBU no es nueva, la propuso el economista belga Philippe van Parijs en un
artículo publicado a principios de los 80 junto a su colega holandés Robert van
der Veen y ahora Naciones Unidas considera que es financieramente posible y
socialmente conveniente que los países otorguen un auxilio de esta naturaleza
que permita no solo enfrentar la actual coyuntura pandémica sino mitigar los
efectos de la pobreza en el mundo.
Este
antecedente es importante cuando en América Latina se comienza a discutir el
tema. En algunos países se contempla dar una RBU o como se ha implementado en
España, un Ingreso mínimo vital durante el tiempo que dure la crisis sanitaria con
el fin de mitigar las críticas condiciones de sobrevivencia de un amplio sector
de la población.
Lo relevante es
que el tema de la RBU se ha abierto horizonte en el debate público en un
hemisferio como el latinoamericano en el que la causa de la pobreza es
estructural, cuyos niveles de inequidad social y concentración del ingreso
aparecen, vergonzosamente, entre los mayores del mundo.
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