ARGENTINA HACIA LA “URIBIZACIÓN”
POR FERNANDO ARELLANO
ORTIZ
El triunfo
electoral del ultraconservador y menos que mediocre jefe de gobierno de Buenos
Aires, Mauricio Macri, constituye la victoria política-económica de las
corporaciones, del capitalismo especulativo internacional (léase fondos buitre,
Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), de las mafias mediáticas que
lideran el Grupo Clarín y La Nación; y
por supuesto, de Washington que ve una magnífica oportunidad para dinamitar el
proceso integracionista en Suramérica, extendiendo su criminal política de “libre
comercio”.
Igualmente es un respiro y un
aliciente para la ultraderecha latinoamericana que ahora se ve envalentonada
con un alfil suyo que retornará a la Argentina a la trágica década de los 90 a
través de políticas de ajuste, devaluación, libre comercio, flexibilización
laboral, privatizaciones, favorecimientos tributarios a las transnacionales,
profundización del extractivismo, entendimiento con los criminales fondos
buitre y la banca multilateral, retroceso en los logros en materia de derechos
humanos y alianza política con los gobiernos que en la región siguen al pie de
la letra el recetario neoliberal.
Macri, como aplicado alumno del
cuestionado expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, a quien en diciembre de
2010 declaró “huésped de honor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”,
replicará sus malhadadas fórmulas de “seguridad democrática” y “confianza
inversionista”, artilugios y eufemismos para someter a un país al control, represión
y violación de los derechos humanos, y simultáneamente, al favorecimiento del
capital transnacional.
Así como el hoy senador Uribe
Vélez ha logrado expandir sus tentáculos mediante sus políticas de represión y
entrega de soberanía a países como México, Paraguay, Honduras y el Chile de
Sebastián Piñera, muy seguramente lo veremos asesorando al gobierno de Macri en
materia de seguridad para supuestamente enfrentar el narcotráfico y privilegiar
la “confianza inversionista”.
Conociendo la cercanía de estos
gánster de la ultraderecha latinoamericana no será raro ver en un futuro muy
próximo la presencia de bandas paramilitares en suelo argentino, pues Macri
alabó el “modelo de seguridad” de Uribe en Colombia y le ha pedido asesoría en
esta materia.
La “uribización” de la Argentina
que comienza a partir de este mes de diciembre cuando Macri y todo su combo
integrado por los mismos nefastos personajes que hundieron a este país en la
desolación y la desesperanza al iniciar este siglo, se instalen en la Casa
Rosada, tendrá como fundamento la promoción de la “seguridad democrática” que
no es más que una bien diseñada estrategia de represión y persecución a líderes
y movimientos sociales progresistas, bajo el pretexto del ataque a fenómenos
como el terrorismo y el narcotráfico, así como la puesta en marcha de lo que
eufemísticamente se conoció durante la tiranía de Uribe Vélez en Colombia como
“confianza inversionista” consistente en privilegiar los intereses de las
corporaciones transnacionales y el capital especulativo sobre los de la nación,
a través de privatizaciones, exenciones y beneficios tributarios.
Se trata en síntesis de
materializar lo que se denomina “triángulo de la confianza” que mediante
políticas de seguridad represora, privilegios al capital especulativo
transnacional busca lo que Uribe Vélez en forma demagógica denominó la
“cohesión social” que se materializa en una sociedad estructurada sobre un
poder autoritario, violador de derechos humanos, que para Macri son un “curro”
(una estafa en argot argentino), y al mismo tiempo, generar el ambiente
propicio para los negocios de las compañías multinacionales, aumentando los
índices de concentración de riqueza y los niveles de inequidad social.
En el plano internacional, el
cuestionado senador Uribe Vélez se frota las manos por cuanto ahora la derecha
latinoamericana tiene un mandatario que se irá con toda las baterías contra lo
que el siniestro exmandatario colombiano ha acuñado con el término de
“castro-chavismo”. En efecto, Macri ha anunciado que tan pronto tome posesión
este 10 de diciembre romperá relaciones diplomáticas con Venezuela y presionará
a Mercosur para que este país sea expulsado de su seno, pretextando que el
gobierno de Nicolás Maduro viola los derechos humanos y la Carta Democrática de
la OEA.
Argentina con Macri retorna al
neoliberalismo y a las “relaciones carnales” con los Estados Unidos como bien
lo enunció el canciller Guido di Tella, de la época del gobierno de Carlos
Menem, para significar su política de abyección frente a la Casa Blanca.
En Colombia, otro que celebra el
triunfo de Macri, es el neoliberal presidente Juan Manuel Santos, quien ahora
cuenta con un nuevo socio para ampliar la Alianza del Pacífico, un instrumento
maquinado por el Departamento de Estado para torpedear la integración
latinoamericana y dinamitar procesos como Mercosur y Unasur.
Con un nuevo lenguaje, frases
vacías y hablando de “cambio”, la derecha latinoamericana, en este caso
argentina, vuelve por sus fueros, retornando al pasado con la aplicación de sus
criminales políticas en contra de la soberanía y los grandes intereses
nacionales, cubriéndolas con un manto de legitimidad aparente.
Se acaba en Argentina un ciclo
progresista de doce años liderado por Néstor y Cristina Kirchner, que le
devolvieron a la nación gaucha su dignidad, su autoestima, volviéndola a poner
en el sitial geopolítico en el continente. Pero además con sus políticas
sociales y económicas posibilitaron elevar el nivel de vida de millares de sus
habitantes, no obstante las múltiples tareas pendientes y los errores
cometidos.
La democracia representativa
tiene sus reglas y hay que respetarlas. Las mayorías en Argentina decidieron
volver al pasado, dándoles una nueva oportunidad a los mismos que llevaron al
país a la “negra y triste noche neoliberal”. Pareciera que los pueblos no
tienen memoria y gracias a la manipulación mediática viven adormecidos y
alienados por sus dominadores. Pero al mismo tiempo habría que señalar
parafraseando al gran Arturo Jauretche que “la clase media cuando está mal vota
bien y cuando está bien vota mal”.
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