lunes, 7 de julio de 2008

Conflicto colombiano




Ecos del pronunciamiento de Hugo Chávez

Conflicto colombiano sirve de pretexto para deslegitimar gobiernos progresistas de Latinoamérica


- La confrontación armada no solamente tiene unas consecuencias funestas para el desarrollo social de los colombianos sino que está afectando el proceso de integración de Suramérica.

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ

Mucho se ha especulado en torno del pronunciamiento del presidente venezolano Hugo Chávez en el sentido de que la vía armada no tiene en este momento viabilidad en América Latina, y la necesidad de que las FARC no solo liberen a los secuestrados en su poder sino que busque los medios para lograr una salida política al conflicto colombiano.

Chávez no ha pedido nada diferente de aquello por lo que claman muchos otros militantes de la izquierda latinoamericana y demanda buena parte de la opinión pública, pues las dimensiones que ha adquirido el conflicto colombiano han terminado siendo un excelente pretexto para que los que desean la perpetuación de la violencia (léase Washington) puedan seguir con sus políticas de guerra y de provocaciones contra los gobiernos progresistas de los países del hemisferio latinoamericano. Y de paso, está sirviendo como excusa para que el presidente Álvaro Uribe busque también perpetuarse en el poder.

Si bien las FARC son el resultado de un movimiento de autodefensa campesina y reivindicación social que irrumpió como consecuencia en primer término de la violencia partidista de los años 50, y por la miopía del Estado colombiano de no fomentar el impulso y el desarrollo social en las áreas rurales y de negarse a generar las condiciones para ejecutar una reforma agraria que Colombia nunca ha realizado, su lucha armada podría desembocar en una gran oportunidad para el país si, como afirman varios analistas, entiende las nuevas circunstancias que están rodeando la coyuntura política de América Latina y busca las condiciones nacionales e internacionales para plantear una salida negociada que posibilite la concreción de las grandes reformas socioeconómicas tantas veces aplazadas.

A eso le apuesta Chávez, quien si se dan unos pasos previos como la liberación de los secuestrados, se compromete a organizar las condiciones internacionales para dar impulso a un nuevo proceso de paz en Colombia.
El conflicto interno de esta nación no solamente tiene unas consecuencias funestas para el desarrollo social de sus habitantes sino que viene afectando el proceso de integración de los países latinoamericanos que apunta hacia la construcción de un mundo multipolar, de colaboración política y económica entre los gobiernos y los pueblos. Por eso es que en la vecindad se propende por la paz en territorio colombiano, porque de ella depende también el avance en complementariedad y solidaridad.

Superando el conflicto se ganaría en democracia

Dos referentes de la izquierda latinoamericana consultados por Tela para Cortar, como son el sacerdote Francois Houtart, profesor en la Universidad de Lovaina de Camilo Torres Restrepo, actualmente director del Centro Tricontinental, secretario ejecutivo del Forum Mundial de Alternativas y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial de Porto Alegre, así como el sociólogo argentino Atilio Borón, ex secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), coinciden en señalar que si Colombia supera el conflicto habría amplias posibilidades para que sectores de izquierda como el Polo Democrático Alternativo desde el poder impulsen procesos de transformación para enfrentar esquemas económicos inicuos como el neoliberalismo.

“El problema de la lucha armada como una forma de resistencia o de una vía para tomarse el poder se debe siempre juzgar en el entorno del momento. En primer término quiero señalar que no descarto que en ciertas coyunturas la lucha armada sea legítima, lo digo por experiencia, por cuanto yo participé activamente en la resistencia armada de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial y nadie podrá discutir la legitimidad de nuestra causa. Lo importante no es caer en una acción puramente pacifista, ni tampoco en un fundamentalismo a favor de la lucha armada. En cuanto al conflicto en Colombia considero que en el actual entorno la resistencia armada no es la solución. Creo que la salida al problema colombiano es la organización del pueblo a través de la consolidación de una fuerza social con vocación política que luche contra el modelo neoliberal”, sostiene el profesor Houtart.

Por su parte, Atilio Borón considera que si en Colombia “no hubiera una guerrilla que arroje sombras sobre la confiabilidad política de un partido de izquierda democrática como el Polo y complique el diseño de su estrategia y su táctica para conquistar las grandes mayorías de Colombia, las perspectivas de su consolidación serían mucho más promisorias. El problema es que la guerrilla, sobre cuya legitimidad original no tengo duda alguna, es un factor que hoy le brinda un magnífico pretexto a los sectores de derecha para descalificar cualquier propuesta de la izquierda. Esto la obliga a un muy difícil equilibrio, sobre todo en el contexto de la violencia que impera en Colombia: por una parte, a tomar distancia del grupo insurgente, cuyos objetivos y estrategia de lucha no comparte; por la otra, a rechazar el argumento de la derecha que equipara la guerrilla al bandolerismo rural, y afirmar, en cambio, la necesidad de una comprensión de las razones de fondo que dieron origen a la insurgencia guerrillera. Esto es, denunciar que su génesis encuentra su justificación en el anacronismo y el inmovilismo resultantes de las políticas del Frente Nacional y que la persistencia de la lucha armada en Colombia es el reverso de la medalla del fracaso de la democracia en este país”.

Por eso es que el concejal de Bogotá por el Polo Democrático, Roberto Sáenz, quien ha tenido notoriedad en los últimos días por ser hermano del nuevo comandante de las FARC, “Alfonso Cano”, ha señalado que es prioritario “entrar en un proceso de paz, porque este es otro holocausto inútil” que no permite construir democracia en Colombia.

Al fin y al cabo como lo sostiene el filósofo venezolano Carlos Kohn la violencia pasa por una modificación cualitativa a saber: “que el sentido de la convi­vencia, la necesidad cada vez más imperiosa de humanizar a la socie­dad en general, es obra de un diálogo existencial que ha surgido sobre la domesticación de los conflictos particulares; y el proyecto social, que explica lo existente y visualiza el futuro del cuerpo político”.

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