sábado, 16 de marzo de 2013

TOTALITARISMO



BERGOGLIO, EL PAPA QUE NECESITABA LA IGLESIA COMO DIQUE FRENTE A LA IRRUPCIÓN SOCIAL Y LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS EN AMÉRICA LATINA


POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ


Así como Karol Wojtyla (Juan Pablo II) fue determinante y definitivo en su accionar político para dar el puntillazo final al desmoronamiento de las URSS y los regímenes socialistas de Europa del Este, Jorge Mario Bergoglio, el nuevo jerarca de la Iglesia Católica, será pieza clave en la geopolítica, sobre todo para los intereses de Washington y la Unión Europea en su propósito de frenar la irrupción de los movimientos sociales y la consolidación de los gobiernos progresistas en América Latina. Para ello, precisamente, fue elegido el Papa Francisco.

En efecto, la Iglesia Católica es una poderosa estructura política y económica que guía sus mezquinos objetivos y proyectos enmascarada en asuntos religiosos. Y es que desde hace más de dos mil años ha sabido jugar con mucho éxito en el tablero del poder y como consecuencia de ello ha logrado mantener en primer plano su influencia mundial.

En la conquista de América Latina, la Iglesia mediante un dispositivo ideológico legitimó el genocidio y el saqueo por parte del imperio español. A través de la Teología de la Dominación, que proclamaba la resignación y el poder de los cielos, la jerarquía eclesiástica cumplió el rol de alienar a los desheredados nativos de este continente generando una propia y sui generis cosmovisión, la que explicaba los designios justos del dios de la muerte, como forma legitima para exculpar el latrocinio y los crímenes de lesa humanidad, componentes esenciales de la conquista.

En el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, Giovanni Pacelli (Pío XII), también jugó un papel primordial en la consolidación del capitalismo y de Estados Unidos como potencia mundial.

El periodista argentino Horacio Verbitsky, presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Buenos Aires, explica en forma contundente la misión exitosa que cumplieron tanto Pío XII como Juan Pablo II al frente de la Santa Sede durante el siglo precedente, y la que tiene por delante Bergoglio: “Si Pacelli recibió el financiamiento de la Inteligencia estadounidense para apuntalar a la democracia cristiana e impedir la victoria comunista en las primeras elecciones de la posguerra y si Wojtyla fue el ariete que abrió el primer hueco en el muro europeo, el papa argentino podrá cumplir el mismo rol en escala latinoamericana. Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso populista que no ha olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas históricas como la de las Malvinas, lo habilitan para disputar la orientación de ese proceso, para apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados”. Ahí está el quid, el discurso en favor de los pobres de Francisco I, perteneciente a la oligopólica Compañía de Jesús, considerada por varios analistas como “la policía secreta en el mundo”, no deja de ser retórico, no obstante sus muestras de “humildad” y “desprendimiento” de las que ha hecho gala desde que lo ungieron pontífice.

En efecto, Bergoglio, un jesuita conservador, que en sus homilías en Buenos Aires era común escucharlo reivindicar mejores condiciones para los pobres, jamás se detuvo en hablar sobre las causas de la marginalidad y la exclusión, o de los efectos perversos y criminales de un modelo económico como el neoliberal. Seguramente no quiso exponerse a adjetivos con los que la derecha calificaba al obispo brasileño y exponente de la Teología de la Liberación, Hélder Cámara, quien en alguna oportunidad explicó: “cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista”.


Evidentemente, Bergoglio se ha caracterizado por adversar las políticas progresistas que en su país viene impulsando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y en su dogmática visión no ve con buenos ojos la consolidación de los cambios socioeconómicos y políticos que están operando en América Latina.

Bien lo ha señalado el analista argentino Julio C. Gambina en una de sus últimas columnas periodísticas: (http://bit.ly/ZITJFz): “Nuestramérica es hoy laboratorio del cambio político. La Iglesia institución quiere intervenir en este proceso, y no para empujar esos cambios, sino para frenarlos. La disputa es por las conciencias. Es una batalla de ideas, por el cambio, o por el retroceso. Les preocupa el efecto Chávez en la región. Les preocupa la sucesión política en Venezuela y la capacidad de extender el rumbo socialista. Necesitan disputar el consenso”.

Por ello es que la visión conservadora de los analistas de la derecha y su esperanza es que con Bergoglio en el Vaticano terminen los "populismos de América".

Archiconservador, homofóbico y colaborador de la dictadura argentina

Aunque como es obvio la Santa Sede ha salido a descalificar las reacciones en contra de la unción de Bergoglio como pontífice por su controvertido pasado, y las ha tildado como una campaña de desprestigio de la “izquierda anticlerical”, lo cierto es que sus antecedentes dejan mucho que desear respecto de sus relaciones con la dictadura argentina de finales de los 70 y comienzos de la década de los 80, así como sus duros cuestionamientos contra la homosexualidad. 

Este jesuita argentino, sucesor de Benedicto XVI en la Santa Sede, es tan conservador y defensor de las posturas más retrógradas al interior de la Iglesia Católica como el pastor alemán, hoy retirado en el complejo vacacional de Castel Gandolfo.



A Bergoglio se lo conoce en Argentina por su proximidad con el sanguinario dictador Jorge Videla, quien actualmente paga condena perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el régimen de facto (1976- 1983). Igualmente, se le acusa al nuevo pontífice de haber retirado la protección de su orden religiosa a dos jesuitas detenidos clandestinamente por la dictadura militar.

En efecto, el cuestionamiento remite al secuestro de dos jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto por hacer tareas sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la acusación, Bergoglio les retiró la protección de su orden religiosa. Ambos párrocos sobrevivieron a un encierro de cinco meses.

El señalamiento consta en el libro El silencio, cuyo autor es el periodista Horacio Verbitsky, quien se apoya en manifestaciones de Orlando Yorio, uno de los jesuitas secuestrados, antes de fallecer por causas naturales en el año 2000.

Adicionalmente, cinco testimonios de curas y teólogos confirman el rol del cardenal Bergoglio durante la dictadura militar argentina en la desaparición de sacerdotes y su apoyo a la represión dictatorial. Los testigos son un sacerdote y un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado y torturado junto con dos sacerdotes que no reaparecieron. Hace dos años el nuevo jerarca de la Iglesia debió responder ante la justicia argentina por su presunta complicidad con la dictadura genocida.


“La historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de la dictadura, lo muestra muy cercano al poder militar”, señaló tiempo atrás el sociólogo Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

En julio de 2010 se enfrentó al Gobierno de la presidenta Cristina Fernández cuando impulsó una ley para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, puesto que el nuevo papa Francisco I se caracteriza por sus retrógradas posturas homofóbicas.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acusó en duros términos a Bergoglio por la campaña contra la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, que se debatía en el Congreso. Fernández de Kirschner juzgó la postura de la Iglesia como propia de «tiempos medievales y de la Inquisición».

“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, escribió el entonces cardenal Bergoglio en una carta días antes de que el proyecto de ley fuera aprobado por el Congreso. Y pedía que se convocara a los fieles a sumarse a la causa de la Iglesia: “Recordémosle lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: ‘Esta guerra no es vuestra sino de Dios’. Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios”.

El llamado de Bergoglio a la “jihad” católica tenía como fundamento la suposición de que el matrimonio gay atenta contra la familia tradicional, concepto que hace mucho tiempo está en cuestión en la sociedad argentina.

Cabe anotar además que a Bergoglio nunca se le escuchó una condena enfática contra la desaparición de personas y prisioneros por parte de la dictadura militar ni menos aún por los vuelos de la muerte, práctica genocida a la que se sindica de haber tenido “la bendición” de algunos jerarcas católicos.

Por lo anterior es que la respetada Asociación Madres de Plaza de Mayo, que busca a hijos desaparecidos por parte de la última dictadura militar argentina, sostuvo que sobre la elección del Jorge Bergoglio, el primer papa latinoamericano de la Iglesia Católica, “solo tenemos para decir Amén”.

En un comunicado oficial, la presidenta de la Asociación,  Hebe de Bonafini, indicó que "las Madres hace muchísimos años, casi desde el mismo momento en que comenzamos nuestra lucha, tuvimos relación solamente con los sacerdotes del tercer mundo”.

Bonafini indicó que “nosotras hicimos una lista de 150 sacerdotes asesinados por la dictadura, que la iglesia oficial calló y nunca reclamó por ellos”. También dijo que “la iglesia oficial es opresora pero la del Tercer Mundo es liberadora”.

Testimonio sobre la relación de Bergoglio con la dictadura militar

En el siguiente video, el periodista Horacio Verbitsky, autor de Historia política de la Iglesia Católica que reúne seis tomos, explica detalladamente la relación directa del entonces cardenal Bergoglio con la dictadura: