lunes, 24 de mayo de 2021

IDEOLOGÍA POLÍTICA

EL “CENTRO” POLÍTICO EN LA COLOMBIA DEL SIGLO XXI: UNA MANIOBRA PARA ENGAÑAR A INCAUTOS



 

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /

 

En Colombia, definitivamente, vivimos a la penúltima moda, como solía decir un presidente de este país de comienzos del siglo XX. Cuando el debate en términos ideológicos en el mundo de hoy se viene dando en torno de la confrontación entre globalistas y soberanistas, en nuestro reducido ambiente político, quizá porque aún se nos dificulta superar los resabios que heredamos del cerrado y monopólico sistema bipartidista liberal-conservador del Frente Nacional (1958-1974) que nos impuso el pensamiento único del statu-quo, apegado a la tradición y totalmente refractario a todo lo que huela a progresismo, se ha suscitado ahora con fines meramente electorales, la discusión baladí respecto de la existencia del “centro” en política.

 

Es una graciosa e imaginativa jugada de un sector del establecimiento colombiano que en su afán de reinventarse políticamente deshecha la posibilidad de presentarse como lo que es: de derecha, y de esta manera diferenciarse del uribismo del que terminó peleándose, tras ocho años del gobierno de la “seguridad democrática”, no obstante haberse lucrado electoralmente de él. Para ello logró instalar en la opinión el término “polarización”, con el que busca convencer en el sentido de que el país está totalmente dividido entre dos extremos: la extrema izquierda y la extrema derecha, y ello supuestamente es nocivo, por lo que conviene en las actuales circunstancias es la vía del “centro”, de la tibieza, o en términos coloquiales: “ni chicha ni limoná”.

 


Este es un debate ya superado que nos recuerda el origen de las acepciones izquierda y derecha. En la Asamblea Francesa de finales del siglo XVIII, los jacobinos, representantes de los intereses del pueblo que defendían el republicanismo en contra de la monarquía, se sentaban a la izquierda del presidente de esa corporación, mientras que los girondinos que estaban por el statu-quo y apoyaban al rey, lo hacían a la derecha. En el centro de la Asamblea se situaron los indecisos, quienes no tenían una postura definida en torno al papel del monarca. De ahí que la Ciencia Política no haya logrado definir qué es el “centro” ideológicamente hablando y el reputado politólogo italiano Norberto Bobbio haya considerado el binomio izquierda-derecha como un punto de partida válido y consistente para lograr una definición del mapa político que impera en Occidente, hasta que otras categorías no hayan sido revestidas de un contenido más actualizado como las que ahora apenas están surgiendo con la denominación de globalistas y soberanistas como nuevas corrientes de estructuración política y formas de socialización y representación del imaginario en la sociedad digital y del conocimiento.

 

Dentro de este contexto, el “centro” en términos ideológicos no existe. Simplemente para el caso actual colombiano es una imaginativa y oportunista estrategia de campaña de un sector del establecimiento que se ha beneficiado de los partidos tradicionales para tratar de recoger votos de todas partes con miras a los comicios de 2022. Ahora, tratemos de graficar en términos prácticos que es el centro. En efecto, ¿qué pasaría si un auto se acomoda en el centro de una vía? Lo más seguro es que la circulación de los vehículos se vería perjudicada y el avance sería muy dificultoso.

 

Históricamente los del “centro” político que para el insulso debate colombiano también se los ha denominado “tibios” eran quienes en la época de la Independencia gritaban: “¡abajo el mal gobierno, que viva el rey!”

 


La política es confrontación de ideas y de posturas frente a la conducción del Estado y la sociedad, por lo que es inevitable el enfrentamiento y la encendida polémica. Es la disputa de intereses, razón por la que el estratega militar prusiano del siglo XIX, Carl von Clausewitz, acuñó la famosa frase según la cual, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Y el filósofo francés Michel Foucault, invirtió los términos al señalar que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. En consecuencia, política es polarización y a la vez la posibilidad de negociación y consenso para tramitar los normales conflictos que están latentes en toda organización social.

 

Quién es quién, entonces, en este insustancial debate que se ha abierto en Colombia por parte de un sector de la derecha tradicional que al autocalificarse de “centro” solo busca estigmatizar, excluir y asumir de manera dogmática una verdad absoluta. Como quien dice: en el “centro”, ¡usted no sabe quién soy yo!






 

 

 

 

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

‘CASTROCHAVISMO’, SOCIALISMO Y PROGRESISMO EN LATINOAMÉRICA: UNA ESQUEMÁTICA INTERPRETACIÓN


 



POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /

 

Dentro de los infundios lanzados por algunos demagogos que es para chiste y que logró calar en amplios sectores de opinión, particularmente en Colombia con el propósito de inocular miedo, está el término “castrochavismo” inventado por el sociólogo e historiador chileno Fernando Mires, para describir una supuesta ideología de izquierda consistente en la combinación del castrismo y el chavismo, (como si los regímenes de Cuba y Venezuela desde el punto de vista económico se pudieran equiparar), que posibilitara el triunfo político-electoral del denominado Socialismo del siglo XXI o el comunismo en algunos países de América Latina, o incluso en los propios Estados Unidos, al decir de manera excéntrica por Donald Trump y sus abogados ante el resultado electoral adverso del pasado 3 de noviembre.

 

El mundo de la política está lleno de engaños, mentiras, tretas y simulaciones como todas aquellas que la derecha internacional y Washington en su propósito de consolidar su posición hegemónica a nivel planetario desplegaron una vez caído el Muro de Berlín y el posterior derrumbe de la Unión Soviética. Se habló entonces del “fin de la historia” y de las ideologías para significar el predominio mundial del capitalismo y su sistema político, la democracia liberal. De esta manera, se puso en marcha la estrategia de consolidar el malhadado modelo económico neoliberal en los años 80 del siglo pasado por parte de la ultraconservadora primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher y su correligionario el mandatario estadounidense, Ronald Reagan mediante el decálogo del denominado Consenso de Washington, que efectivamente mucho tiene de Washington y prácticamente nada de consenso. Un modelo que volvió al mundo esclavo de la bancocracia (el sector financiero internacional), desmantelando el Estado y las garantías sociales, entregando a precio de feria los activos públicos al sector privado, privilegiando la ganancia del gran capital, destrozando el medio ambiente con tal de explotar al máximo los recursos naturales, en fin, convirtiendo la vida en una mercancía y generando una crisis civilizatoria.




Ante semejante esquema económico que atenta contra la vida humana y la viabilidad existencial del planeta, las sociedades en diversos sectores del mundo reaccionaron y al comenzar el siglo XXI irrumpieron una serie de organizaciones sociales y protestas para adversar dicho modelo prohijado por Estados Unidos, el gran capital y sus aparatos geopolíticos como la Unión Europea, y fundamentado ideológicamente por la derecha internacional. Fue América Latina uno de los epicentros a nivel global de rechazo al neoliberalismo, lo que trajo como consecuencia la irrupción de gobiernos alternativos y progresistas, y en donde también se originó el término Socialismo del siglo XXI, dando paso además a sectores progresistas que propenden por volver a un sistema económico en que el eje articulador sea el Estado, pero dentro del capitalismo, por cuanto el contexto histórico y la correlación de fuerzas no permite derrumbar este sistema. No obstante, la derecha ha elaborado su discurso señalando que tales sectores progresistas lo que buscan es el retorno del comunismo y como ya es común oír a sus máximos exponentes, convertir a nuestros países en una Venezuela o en una Cuba, sin que nadie les rebata que las críticas condiciones de vida en que se debaten estos países se debe a los criminales bloqueos económicos y políticos impuestos por los gobiernos de Estados Unidos.

 


De manera esquemática y tratando de hacer un ejercicio didáctico podríamos definir con el expresidente ecuatoriano Rafael Correa que el Socialismo del siglo XXI es un proceso en permanente construcción caracterizado por ser participativo y radicalmente democrático, sustentado en una nueva concepción de desarrollo, en la que se busque vivir bien, no vivir mejor, para lo que hay que incorporar aspectos como la equidad de género, regional y étnica, además de la armonía con la naturaleza. Para ello es necesario destacar la importancia innegable del Estado y el respeto por la propiedad privada. Sin descartar que el Estado sea propietario de sectores estratégicos de la economía y que haya otras formas alternativas de propiedad. En el caso latinoamericano, se apuesta por la integración cultural, económica, política, ecológica y social del hemisferio para lograr su verdadero progreso, evitando fracturas externas que pretenden someter a la región.

 

Como se puede observar, no se trata de llevar a efecto una especie de Revolución Francesa decapitando cabezas, sino simplemente poner en práctica una filosofía progresista que garantice los derechos fundamentales de subsistencia de la sociedad, respetando y elevando la dignidad humana.






 

CAPITALISMO

CORRUPCIÓN COMO LUBRICANTE DEL CRIMINAL MODELO ECONÓMICO IMPERANTE EN EL MUNDO



 

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /

 

El tema de la corrupción que está corroyendo a los Estados de buena parte de Occidente, y que la pandemia del Covid-19 ha posibilitado develar en toda su dimensión, particularmente en América Latina, por la manera como se ha asaltado por parte de sectores privados con complicidad de algunos gobiernos a los sistemas públicos de salud, viene horadando no solo las sociedades sino que está afectando en grado superlativo la sustentación de la democracia.

 

Para no hablar de las diversas causas que generan el fenómeno de la corrupción, baste decir que, como quedó demostrado con la crisis económica de 2008 que comenzó con la caída de la compañía global de servicios financieros de Estados Unidos, Lehman Brothers, un modelo económico inicuo conocido bajo la denominación de neoliberal que impera en el mundo, requiere de prácticas ilegales para poder subsistir. Es decir, la corrupción es el lubricante de un modelo económico depredador y criminal como el que actualmente padecemos y gracias al cual el capital financiero internacional que se sustenta en la especulación y la rapacidad, ha logrado consolidarse, obteniendo ganancias exorbitantes. De ahí la importancia de detenerse a analizar los alcances de la estratagema  lanzada por el Foro Económico Mundial que cada año, en la última semana de enero, se reúne en la ciudad suiza de Davos y que para 2021 convocó una cumbre  bautizada con el nombre de El gran reinicio.

 



Para estos acaparadores financieros se trata de reiniciar o ‘resetear’ el mundo, como cuando se paraliza un computador, de ahí la alegoría, una vez las naciones superen la crisis sanitaria. De esta manera, buscan pasar a la ofensiva y sentar las bases de lo que será el mundo post-pandémico para continuar sus actividades de pillaje, ampliamente conocidas y así perpetuar el despojo y el control global.

 

Secundado por del codicioso Fondo Monetario Internacional (FMI) y de organismos rapaces que congregan gánsteres económicos como el Club Bilderberg, la Fundación Soros, el Banco Mundial y la Fundación Rockefeller, el Foro Económico Mundial quiere reinventar el horizonte del capitalismo para, a través de una nueva agenda de acciones, continuar asaltando a la humanidad, como lo ha venido haciendo a través de los “Big Money”, entiéndase bancos, fondos de pensiones, entidades financieras e inversoras de alcance global, con la complicidad de los Estados que en su gran mayoría han adoptado el modelo neoliberal.

 



Las pretensiones del Foro de Davos amerita un concienzudo análisis del contexto y de la realidad geoeconómica que permita a los sectores progresistas del mundo, los movimientos sociales y los escasos gobiernos comprometidos en enfrentar las consecuencias de un sistema a todas luces injusto como el capitalista, generar una contra-propuesta a la agenda que este foro de los principales magnates del planeta viene impulsando para continuar solidificando las ganancias obscenas del gran capital financiero internacional, responsable en buena medida de los escándalos de corrupción que ha carcomido a nuestras sociedades, poniendo en peligro además, la estabilidad democrática mundial.






 

 

 

 

RENTA BÁSICA

LA IMPERIOSA NECESIDAD DE UNA RENTA BÁSICA UNIVERSAL

 



POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /

 

Las devastadoras consecuencias que desde 2020 viene generando la pandemia del Covid-19, sobre todo entre los sectores más vulnerables de la población, amerita la adopción de medidas por parte de los Estados que permitan garantizar mínimamente los derechos fundamentales de los más carenciados, como por ejemplo, políticas públicas como la denominada Renta Básica Universal (RBU).

 

En el ámbito regional la Comisión Económica para América Latina (Cepal), un organismo de Naciones Unidas, viene promoviendo entre los gobiernos del hemisferio la posibilidad de implementar la RBU que es un ingreso mínimo digno que se les entrega mensualmente a los ciudadanos para que puedan cubrir mínimamente sus principales gastos de subsistencia.

 

La RBU es concordante con la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su artículo 25 prescribe: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica […]’’.

 

No se trata de un magro subsidio como el que el Estado colombiano reparte a través de programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor y ahora con motivo de la pandemia, Seguro Solidario. La renta básica es compatible con otros ingresos, de manera que si alguien tiene un empleo de baja remuneración, recibirá un complemento hasta alcanzar los umbrales previstos para subsistir de manera digna y sin afugias económicas.



La filosofía de esta medida se sustenta en que los individuos no pueden ser libres si su existencia material no está garantizada y por la tanto la RBU es un ingreso no condicionado, pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad o residente sin que dicho pago vaya en detrimento de las conquistas del Estado de Bienestar (educación, sanidad, etc.). Para obtenerlo no se requiere demostrar un determinado estado de pobreza, estar buscando trabajo remunerado o haber perdido el empleo.

 

La idea de una RBU no es nueva, la propuso el economista belga Philippe van Parijs en un artículo publicado a principios de los 80 junto a su colega holandés Robert van der Veen y ahora Naciones Unidas considera que es financieramente posible y socialmente conveniente que los países otorguen un auxilio de esta naturaleza que permita no solo enfrentar la actual coyuntura pandémica sino mitigar los efectos de la pobreza en el mundo.

 

Este antecedente es importante cuando en América Latina se comienza a discutir el tema. En algunos países se contempla dar una RBU o como se ha implementado en España, un Ingreso mínimo vital durante el tiempo que dure la crisis sanitaria con el fin de mitigar las críticas condiciones de sobrevivencia de un amplio sector de la población.

 

Lo relevante es que el tema de la RBU se ha abierto horizonte en el debate público en un hemisferio como el latinoamericano en el que la causa de la pobreza es estructural, cuyos niveles de inequidad social y concentración del ingreso aparecen, vergonzosamente, entre los mayores del mundo.








 

 

 

 

 

CIBERPOLÍTICA

LIDERAZGO, CIBERDEMOCRACIA Y TECNOPOLÍTICA

 



POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /


El proceso de profundas transformaciones en lo tecnológico, económico, social y político caracterizado por la creciente comunicación e interdependencia de las naciones en el mundo, conocido como globalización, introdujo nuevos conceptos en cuanto a participación ciudadana para tramitar los requerimientos y los conflictos de las sociedades y por lo tanto, hoy es muy frecuente hablar de ‘ciberdemocracia’ o de ‘tecnopolítica’ para referir las innovaciones comunicacionales que han transformado sustancialmente la política. En este siglo XXI es obsoleto, en consecuencia, hablar de política y democracia para aludir solo a partidos e instituciones representativas.


Dado los avances de las tecnologías de la comunicación la política no se acaba ni se agota en esos escenarios ni en dichas organizaciones partidistas, y mucho menos se debe confundir con lo que los medios de comunicación califican como tal, cuando solo se refieren a la dinámica que se da al interior de las colectividades y a la vida institucional de los gobiernos de turno. Afortunadamente y en buena medida gracias a que hoy la influencia cada vez mayor de la infotecnología y el rol protagónico que cada día asumen los algoritmos (sistema de perfiles demográficos generado a partir del big data), la política cobra mayor sentido cuando la relacionamos con acciones relativas a temas sensibles como la salud, la educación, la vivienda, la cultura, el medio ambiente, la cultura, la economía, la ciencia y la tecnología. Es evidente que en cada una de estas esferas, hay mucha ‘política’ por hacer.  Además, porque el impacto que está teniendo en la vida cotidiana la Inteligencia Artificial (IA) y el aprendizaje automático está transformando paulatinamente la sobrevivencia a nivel planetario, generando con ello un profundo cambio en el sistema de organización de la vida pública a partir de nuevas pautas, impactando sustancialmente los mecanismos de reproducción social y del poder.

 

Aparejado a esta circunstancia, el liderazgo político y social está tomando nuevos visos en cuanto a su accionar para ponerse a tono con los nuevos desafíos. El ser y actuar de los dirigentes, movimientos políticos y sociales, cobran nuevo significado y una importancia estructural decisiva. Las jerarquías rígidas en los partidos y la defensa de la democracia representativa, prácticamente son cuestiones del pasado. Hoy, se observa la construcción de liderazgos que privilegian la descentralización, la participación y la capacidad de articulación.

 


Al comenzar la tercera década del siglo XXI, el liderazgo tanto en política como en activismo social se encamina hacia la estructuración de un movimiento de amplio espectro popular como un actor colectivo que interviene en el proceso de transformación de las estructuras socioeconómicas de una comunidad, lo cual va a determinar una identidad que orienta el sentido último de la acción.

 

Los caducos partidos políticos y las instituciones del Estado, siguen respondiendo a pautas más propias del proceso industrial de los siglos XIX y XX, por lo tanto las respuestas tradicionales ya no sirven. Se nos cambia la vida rápidamente y en contraste, la política tradicional sigue con sus anclajes institucionales y territoriales, que lastran notablemente su capacidad de reacción y de respuesta a los cambios que exigen las nuevas circunstancias que depara un mundo globalizado. A mayor formación de la gente, a más medios de conexión social disponibles, menos se aceptará que a la ciudadanía solo se le atribuya la función política de votar.


El liderazgo tanto a nivel individual y colectivo, entonces, tiene que reinventarse porque la política como lo demuestran movimientos como el 15-M en España en 2011, o las protestas desencadenas a partir del paro del 20N en Colombia en 2019 y el Paro Nacional convocado a partir del 28 de abril de 2021, ha vuelto a formar parte del debate cotidiano como factor determinante para obtener cambios sustanciales en una sociedad, y ese embrión de transformación que se manifiesta de manera constante en las redes sociales, concitando la atención y el despertar de amplias masas populares está orientado a construir bienes comunes en unas sociedades que están agotando sus recursos naturales. De ahí que hoy la democracia es el campo de batalla en el que se va a dilucidar el futuro colectivo.


Vivimos un momento bisagra entre dos épocas: hay procesos, como diría Antonio Gramsci, que no terminan de nacer y otros que no acaban de morir. Hay una política que se deshace mientras otra pelea por definirse, los medios de comunicación tradicionales pierden fuerza mientras emerge un nuevo paradigma comunicacional, los modelos religiosos heredados del pasado se van quedando en el camino y la economía, particularmente lo que hoy se conoce con la denominación de financiarización (que no es más que la especulación por parte de un sector parásito y leonino como el financiero), lo sigue dominando todo. Ahora más que nunca se necesitan voces que definan con claridad los límites de este nuevo mundo; los límites de nuestro tiempo; y es ahí que los liderazgos nuevos o renovados juegan un rol trascendental, articulando expresiones sociales y políticas, así como mejorando la comunicación entre dirigentes y ciudadanos, desarrollando además procesos didácticos para ganar hegemonía en el ámbito cultural y social.


Esos liderazgos tienen que avanzar hacia una concepción de democracia que represente ese mundo común. Y es ahí que aún nos tropezamos con un sistema obsoleto de democracia representativa e institucionalizada, capturada en gran medida por las élites mercantil-financieras que han terminado siendo más impedimento que palanca de cambio. Lamentablemente, en América Latina se ha avanzado muy poco en la irrupción de liderazgos que posibiliten una sintonía con los desafíos que plantea la nueva concepción de Estado y de democracia a partir del fenómeno de la globalización. Así lo demuestra un análisis demoscópico de Latinobarómetro: el 79 % de la población en este hemisferio piensa que los gobiernos están al servicio de los poderosos. Ese segmento poblacional está convencido de que hay una captura del Estado. En general se asocia a la clase política con alta responsabilidad respecto del atraso social y subdesarrollo en que se encuentra buena parte de los países de la región. Al culpar a esa clase, se traslada esa responsabilidad simultáneamente al Estado y a la democracia. En ese contexto, hay otro dato alarmante: el 25 % consultado plantea: “A la gente como nosotros nos da igual un sistema democrático que uno no democrático”, lo cual constituye una reacción peligrosa, por cuanto esa manera de percibir la realidad social y política está dando lugar al surgimiento de esas figuras que irrumpen en los escenarios político-electorales como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, o líderes religiosos y/o empresariales prometiendo una supuesta regeneración, haciendo creer a la ciudadanía que pueden cambiar el sistema cuando en realidad llegan al poder para ejecutar programas antidemocráticos o están fuertemente involucrados con intereses corporativos.



 

Esta situación es un clarísimo indicativo de que en América Latina y particularmente en Colombia es urgente regenerar el liderazgo político y social. Las encuestas y los datos estadísticos muestran que hay un hartazgo y una insatisfacción muy fuerte con la clase política que ha gobernado la región hasta ahora. Esa renovación pasa porque entre el líder y el ciudadano haya una conexión, capaz de enamorar a la población para lograr avanzar en la construcción de una república social que posibilite hacer real el concepto de ciudadanía, en el sentido de garantizar cabalmente el cumplimiento de los derechos fundamentales. Se trata además de liderazgos convencidos de la necesidad de contar con una democracia en un mundo que permita la reconciliación entre sujeto y naturaleza. Es decir, sentar las bases para lograr procesos de apropiación social que articulen una nueva relación con la naturaleza, desde la defensa del medio ambiente, que en últimas, constituye salvaguardar la vida en el planeta.


Un liderazgo con ese alcance solo será posible a partir de generar confianza y sintonía con los amplios núcleos sociales para ensanchar el apoyo popular, generando sentido común, desarrollando una dinámica pedagógica constante y sistemática. Así será posible avanzar por la senda de la transformación social y la consolidación de la democracia, pues desde el siglo XV la experiencia tanto teórica como empírica así lo demuestra, cuando el aun injustamente desprestigiado Nicolás Maquiavelo construyó toda una teoría de la legitimidad racionalizada que apunta hacia fórmulas humanísticas y se adentra, de manera muy avanzada a su tiempo, hacia el manejo inteligente del poder. Se trata, en definitiva, de repensar la política y las políticas de respuesta a los desafíos que deparan los nuevos y borrascosos tiempos.








 

HISTORIA COLOMBIANA

 ARREBATOS DE PODER, CARTOGRAFÍA Y SU INCIDENCIA EN BOGOTÁ


 

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /


Caso singular en la intrincada historia de Colombia es la de quien como militar, político, diplomático y gobernante logró poner en práctica la concepción del destacado estratega prusiano en asuntos castrenses del siglo XIX, Carl von Clausewitz, según la cual, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, y al mismo tiempo conjugarla también de manera contraria. Es decir, como la invirtió el filósofo francés Michel Foucault, al señalar que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Sin duda, esa habilidad la ejerció el general caucano Tomás Cipriano de Mosquera(1798-1878), el dirigente colombiano más importante de la centuria decimonónica, después del precursor Antonio Nariño.

Hombre aguerrido, audaz, perseverante, enérgico y de acción, fue protagonista del devenir político de la naciente nación que en principio se llamó República de la Nueva Granada, hasta el punto que desempeñó por cuatro veces el cargo de Presidente.

Su dilatada carrera militar que la comenzó a la temprana edad de 14 años bajo el mando de Antonio Nariño en las filas patriotas, y su gran perspicacia que lo llevó a que el libertador Simón Bolívar lo hiciera su edecán, le permitieron solidificar su talante de guerrero que posteriormente supo conjugar con su visión política y su rol de estadista.

Sus múltiples batallas en el campo militar y las diversas faenas por la disputa del poder que lo llevó a liderar la única revolución triunfante en Colombia en 1861, no fueron óbice para que cultivara de manera autodidacta disciplinas como la geografía, la etnografía, la cartografía, las matemáticas y la historia, las cuales fueron clave en su visión de gobernante, habida cuenta que le permitieron enrutar al país en la modernización.

Personaje determinante en el proceso de consolidación de Colombia, como República, se jactaba de sus ancestros y de su selecto grupo familiar que hacía parte del entorno gobernante del país de entonces. Comentaba que su apellido tenía por origen que uno de sus antepasados, combatiendo contra los moros al lado de Fernando V, el Católico, recibió una profunda herida en el cuello; sin hacer caso a ello siguió en campaña, y como viera el rey que su llaga estaba cubierta de moscas, le dijo: “el lanzazo de tu cuello no parece ya una herida, sino una mosquera”. (1) En adelante, el guerrero ya no tuvo otro nombre.

Punto de arranque de la modernización del país

El legado de gobierno de Mosquera durante sus cuatro gestiones presidenciales constituye el punto de arranque para la modernización colombiana a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Sobre todo su primera administración entre 1845 y 1849 se puede calificar de brillante: restablece la navegación por el río Magdalena; reabre el canal del Dique; realiza la reforma monetaria que unificó los instrumentos de cambio; implanta el sistema métrico decimal; inicia la construcción del ferrocarril de Panamá y del Capitolio Nacional; estimula el ahorro y la educación; efectuó el primer censo nacional y modernizó el sistema tributario.

Codazzi, eficiente aliado en eproceso de construcción de identidad nacional


Es también durante su primer gobierno que prioriza la necesidad de describir cartográficamente al país, precisando las características del territorio, habida cuenta que concebía que a partir de un elemento tan determinante como la descripción geográfica integral, física y etnográfica, se avanzaba sustancialmente en la construcción de identidad nacional en una naciente república. Para tal propósito creó por ley la denominada Comisión Corográfica y llamó para que la organizara y proyectara su trabajo al ingeniero y militar italiano Agustín Codazzi, cuya obra ha sido considerada al nivel de la del científico alemán Alexander von Humboldt.

Codazzi fue un aliado clave de Mosquera en este empeño, por cuanto que desde dicha Comisión llevó a cabo el levantamiento del plano cartográfico de la República y de sus provincias.

Este ingeniero militar italiano, nacido en Lugo en julio de 1793, que había participado en las guerras napoleónicas, experto en Geografía, Cartografía y Ciencias Naturales, llegó por primera vez a Bogotá en enero de 1849, procedente de Venezuela, gracias a la invitación que le cursara Mosquera para que liderara la Comisión Corográfica. Venía de levantar los planos del litoral venezolano y realizar un mapa del entonces departamento de Zulia.

La labor investigativa realizada por Codazzi fue determinante para la proyección de la obra de gobierno de Mosquera, ya que desde su óptica de estadista, tuvo como prioridad avanzar de manera sustancial en el estudio de las características que conforman la realidad física y humana del territorio nacional. Determinar sus componentes, diversidad, estructura geológica, climas, paisajes, regiones, era de suma importancia para representar y visualizar el territorio del país como conjunto con el fin de proyectar no solo políticas públicas de desarrollo sino consolidar el proceso de construcción de identidad nacional. Es así como la representación de espacio físico del país constituye uno de los acontecimientos importantes en el ámbito de la cartografía granadina de mediados del siglo XIX. Entre 1847 y 1865 se elaboraron al menos 6 mapas del conjunto del país, centrados en la geografía física y en la división política, entre ellos la denominada Carta de la república de la Nueva Granada conforme a su última división política (1852), realizada a instancias de Mosquera.

Cimentando los primeros pasos para la ingeniería colombiana

Durante su segundo gobierno, Mosquera funda en 1861 el Colegio Militar y la Escuela Politécnica que serán la base para proyectar posteriormente la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia. En este propósito científico y académico el estadista caucano también vinculó a Codazzi.

Así como la Revolución Francesa fue la partera de la famosa École Polytechnique en 1794, los incipientes pasos de la ingeniería colombiana tuvieron como contexto un ciclo revolucionario inusitado. A su nacimiento asistieron el derrumbe de la Confederación Granadina y su secuela la guerra de 1860-61; la presidencia de facto de Mosquera; la convocatoria de la Convención Nacional Radical de Rionegro que expedirá la Constitución de 1863; y el golpe de Estado en 1867 al gran General (título que creó el Congreso para Mosquera en 1864).

Del mismo modo que Napoleón procuró que sus ingenieros politécnicos organizasen la infraestructura del imperio francés en expansión, a la vez que administrasen los nuevos recursos coloniales, Mosquera, al establecer el Colegio Militar y la Escuela Politécnica, buscó que sus egresados fueran administradores eficientes de la guerra y organizadores estratégicos de la paz. Dentro de su cuerpo de profesores sobresalía la figura científica del ingeniero y militar italiano que había dejado huella por su labor investigativa en la Comisión Corográfica.

Bajo la dirección de Codazzi, quien fungía como inspector del Colegio Militar, sus alumnos levantaron el primer plano topográfico de Bogotá y sus alrededores.

El sucesor de Mosquera en el Gobierno, José Hilario López, continuó la iniciativa geo-cartográfica del General caucano, y encomendó a Codazzi seguir desarrollándola mediante la elaboración de dos textos explicativos: la geografía física y la geografía política, así como un mapa general de la Nueva Granada. (2)

La relación personal de Codazzi y Mosquera se proyectó en el tiempo.  Estando el ingeniero militar italiano en Panamá, en 1854, se presentó en Bogotá el golpe de Estado contra el general José María Obando por parte del también general José María Melo, quien asumió la presidencia de facto en abril de ese año.

Mosquera, volvió por sus fueros militares, organizó junto a los generales Pedro Alcántara Herrán y José Hilario López lo que se denominó tropas constitucionalistas para derrocar a Melo. Para esa operación político-militar, el gran General designa a Codazzi como jefe de Estado mayor de su ejército. Como recompensa por su contribución, recibió el grado de general. (3)

Mosquera y el Distrito Federal de Bogotá

En un ambiente embrollado y con los ánimos políticos exaltados, los distintos grupos partidistas en 1855 avanzan en un acuerdo para debatir un proyecto de constitución federal y de esta manera adoptar un nuevo orden político para la nación. Para ello se creó una comisión en el Congreso, la cual entre los diversos temas que debatió estuvo el de erigir por primera vez a Bogotá, como distrito federal. Durante el candente debate que originó esta iniciativa, el senador por el Estado de Bolívar, Tomás Cipriano de Mosquera, sustentó la idea del distrito federal en el sentido de que esta ciudad era la destinada a convertirse como tal, por su centralidad geográfica, ser el eje natural de comercio, haber sido desde los tiempos coloniales el lugar señalado para capital y contar con los edificios y centros educativos y científicos más importantes de la República. Otro punto a su favor eran los costos que supondría el traslado de la capital a cualquier otro lugar del país. Anticipando los reparos que pudiera expresar el Estado de Cundinamarca, al que pertenecía la ciudad, Mosquera recordaba que no era una gracia la que se pedía (la cesión de la ciudad a la Confederación), sino una exigencia que hacía la nación para que esta continuase siendo su centro político. Asimismo, rechazaba la situación actual de Bogotá que, en su calidad de capital dual del Estado y la Federación, hacía a los poderes federales meros huéspedes de las autoridades cundinamarquesas. No obstante, dejaba claro que, en caso de que se decidiese la traslación del distrito a otro lugar del territorio nacional, Bogotá sería reincorporada al Estado de Cundinamarca.

El estallido de la guerra civil aplazará la creación del distrito federal hasta 1861, decretada por Mosquera como presidente provisional de los Estados Unidos de Nueva Granda. Aunque dejaba su reglamentación en manos de una ley posterior, el Decreto de 23 de julio de ese año cesaba toda autoridad del Estado de Cundinamarca sobre Bogotá, debiendo proceder su legislatura a la inmediata designación de una nueva capital estatal. El territorio del distrito estaba limitado al oeste por los cerros orientales, al norte por el río Arzobispo, al sur por el río Fucha y al occidente por el río Funza.

El Pacto de Unión suscrito el 20 de septiembre de 1861 por los estados de Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Santander y Tolima, que creaba los Estados Unidos de Colombia y que reemplazaba de manera provisional la caduca Constitución de 1858, ratificó el distrito federal.

“En los albores del gobierno del Distrito Federal se despertó un verdadero sentimiento de civismo y un gran ánimo de cooperación. Un grupo de distinguidos caballeros, cuyo único interés fue el de trabajar armónicamente por la ciudad, logró que la Municipalidad creara la Junta de Fomento en julio de 1865, compuesta por dos miembros de la Municipalidad y un grupo de vecinos idóneos nombrados por la corporación”. (4)

Para algunos historiadores esta “Junta de Fomento” constituye la partida de nacimiento de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.

Incursionando en geografía colombiana

Además de la milicia, la política y la diplomacia, el gran General incursionó en el estudio de la geografía, disciplina que le apasionaba y cuyos aportes para el país están materializados en un libro. “Compendio de geografía general política, física y especial de los Estados Unidos de Colombia, dedicado al Congreso General de la Unión” (Londres, Imprenta Inglesa y Extranjera (SIC) de H. C. Panzer, 1866), fue el trabajo bibliográfico de Mosquera que elabora en Nueva York, donde se radica, luego de que culmina su primer periodo presidencial en 1849. Este texto, según edición de 1852, fue introducido a las actas del Congreso de la Sociedad Geográfica neoyorquina.  

Tras dejar su tercera presidencia viajó a París como embajador. En esa misma época pasó una temporada en Londres y aprovechó para publicar su Compendio en versión castellana, para lo cual inició correspondencia con el traductor Pedro María Moure. (5)

El trajinar existencial de este hombre visionario, de vicisitudes y retos, está íntimamente ligado con el proceso de desarrollo de Bogotá, pues su legado de gobierno y su aporte científico para la ciudad constituyen marca indeleble en su proyección urbana como principal centro de acción política y socioeconómica del país.

Notas:

1.- Arteaga, Manuel; Arteaga Jaime (1999). Historia Política de Colombia. Bogotá: Editorial Planeta.

2.- Anteni, Giorgio (1993). Las obras y los días de Agustín Codazzi. Bogotá: Museo Nacional.

3.- Sánchez Cabra, Efraín (1954). Agustín Codazzi y la geografía en el siglo XIX. Bogotá: Revista Credencial No. 42, junio de 1993.

4. Pombo Urdaneta, Carlos Roberto (2017). Construyamos civilidad. Bogotá: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.

5.- Castrillón Arboleda, Diego (1979). Tomás Cipriano de Mosquera. Bogotá: Litografía Arco.









HSITORIA

EL DISCURSO INDÍGENA DE DIONISIO YUPANQUI EN LAS CORTES DE CÁDIZ QUE FUE UN REFERENTE PARA KARL MARX



 

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /


Tras la invasión napoleónica a España en 1808 se produjo el traspaso de la corona de Fernando VII a José Bonaparte, hermano de Napoleón, y ello trajo como consecuencia el movimiento juntista en la metrópoli hispana que a su vez posibilitó la convocatoria de las Cortes en la ciudad de Cádiz en 1810. Por las dificultades de comunicación, debido a la guerra con los franceses y porque el proceso de emancipación americana se había iniciado, muy pocos delegados eran originarios del Nuevo Mundo.

El único representante de los pueblos originarios fue Dionisio Inca Yupanqui, nacido en Cusco quien dio un discurso tan emotivo que provocó un cerrado aplauso de aceptación.

Yupanqui fue representante peruano de origen nativo en las Cortes de Cádiz, gozó de un título noble (descendiente de la dinastía inca) gracias al parentesco (nieto legítimo por línea directa) con el inca Huaina Cápac, duodécimo inca. Su padre, don Domingo Ucho Inca, fue nombrado alférez de una compañía de infantería del presidio del Callao por el virrey Conde de Superunda; posteriormente, por sus méritos castrenses, en 1769 se trasladó a España, donde tuvo una mejor calidad de vida, económica y social; de esta manera, buscó que le asignaran, por sus ancestros, el Marquesado de Oropesa. Finalmente, no logró que se le concediera el disputado mayorazgo; pese a ello, obtuvo algunos reconocimientos para sus hijos.

Dionisio y su hermano Manuel nacieron en Lima, sin embargo, por decisión de su padre llegaron de corta edad a España, fueron, por lo tanto, modelados bajo los patrones culturales hispanos. A Dionisio se le concedió una plaza en la Guardia Marina, cien doblones de oro por una vez para equiparse y dieciocho pesos mensuales hasta que llegara a ser teniente de navío.

Cuando se produjo la crisis política en España (1808-1810), Dionisio, residente en la península, fue captado como representante ante las Cortes por el Cusco; dado su origen, el papel que desempeña es de suma importancia en la magna asamblea, puesto que abogó con reiteración por la erradicación de los tributos y de la mita.

Sus intervenciones están registradas en las actas de las Cortes de Cádiz que, finalmente en 1812, aprobaron una constitución liberal, que fue derogada por Fernando VII luego de su restauración.

“Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”

En su primera intervención en diciembre de 1810 ante las Cortes, Yupanqui pronuncia la afortunada frase: “Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”, que en 1864, Karl Marx la hace suya para plantearla como postulado ante la I Internacional celebrada en Londres.

Marx había conocido el discurso de Yupanqui estudiando la revolución española contra Bonaparte y extrajo esa lapidaria frase que se la apropia aplicándola también a sus análisis sobre la independencia tanto de Irlanda frente al imperio británico como de Polonia.

A comienzos del siglo XX, es Lenin el que retoma ese postulado originario de Yupanqui y utilizado por Marx en el artículo periodístico que escribe y que tituló: El derecho de las naciones a la autodeterminación, que es un texto fundante porque le abre el horizonte emancipatorio a todos los pueblos oprimidos, legitimando la revolución antiimperialista.

Intervención ante las Cortes de Cádiz

A continuación el texto de la primera intervención de Dionisio Yupanqui, el 16 de diciembre de 1810:

No he venido a ser uno de los individuos que componen este cuerpo moral de V.M. para lisonjearle, para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa América, He venido sí, a decir a V.M. con el respeto que debo y con el decoro que profeso, verdades amarguísimas y terribles si V.M. las desestima; consoladoras y llenas de salud, si las aprecia y las ejercita en beneficio de su pueblo. No haré, Señor, alarde ni ostentación de mi conciencia; pero sí diré que reprobando esos principios arbitrarios de alta y baja política, empleados por el despotismo, solo sigo los recomendados por el Evangelio que V.M. y yo profesamos. Me prometo, fundado en los principios de equidad que V.M. tiene adoptados, que no querrá hacer propio suyo este pecado gravísimo de notoria y antigua injusticia en que han caído todos los gobiernos anteriores: pecado que en mi juicio es la primera o quizá la única causa porque la mano poderosa de un Dios irritado pesa tan gravemente sobre este pueblo nobilísimo, digno de mejor fortuna. Señor, la justicia divina protege a los humildes, y me atrevo a asegurar a V.M., sin hallarme ilustrado por el espíritu de Dios, que no acertará a dar un paso seguro en la libertad de la Patria mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus diputados y de la Nación apenas tienen noticia de ese dilatado continente. Los gobiernos anteriores le han considerado poco, y solo han procurado asegurar las remesas de este precioso metal, origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse. Le han abandonado al cuidado de hombres codiciosos e inmorales; y la indiferencia absoluta con que han mirado sus más sagradas relaciones con este país de delicias, ha llenado la medida de la paciencia del Padre de las misericordias, y forzándole a que derrame parte de la amargura con que se alimentan aquellos naturales sobres nuestras provincias europeas. Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad. Sacuda V.M. apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de nuestras presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y prostituciones, no arroje de su seno la antorcha luminosa de la sabiduría, ni se prive del ejercicio de las virtudes. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre. V.M. toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de Europa, su esclava, apetece marcar con este sello a la generosa España. Esta, que lo resiste valerosamente, no advierte el dedo del Altísimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que por tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco a la consideración de V.M. un cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias e importantes. Señor, ¿resistirá V.M. á tan imperiosas verdades? ¿Será insensible a las ansiedades de sus súbditos europeos y americanos? ¿Cerrará V. M. ojos para no ver con tan brillantes luces el camino que aún le manifiesta el cielo para su salvación? No, no sucederá así; yo lo espero lleno de consuelo en los principios religiosos de V.M. y en la ilustrada política con que procura señalar y asegurar sus soberanas deliberaciones.

Leído este papel, presentó una fórmula de decreto reducido a mandar a los virreyes y presidentes de las Audiencias de América que con suma escrupulosidad protejan a los indios, y cuiden de que no sean molestados ni afligidos en sus personas y propiedades, ni se perjudique en manera alguna a su libertad personal, privilegios, etc.