CONFERENCIA DEL FILÓSOFO ARGENTINO EN FLACSO ECUADOR
“EL POPULISMO EN AMÉRICA LATINA ESTÁ
CREANDO NUEVAS FORMAS DE LEGITIMIDAD POLÍTICA”: ERNESTO LACLAU
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
QUITO
“No puedo menos que reírme cuando escucho hablar del peligro
autoritario que los nuevos regímenes populistas representan para las sociedades
latinoamericanas. Porque si hay un régimen político al cual es inherente el
autoritarismo no son los regímenes populistas, sino el neoliberalismo”, afirmó en
Quito, el filósofo y científico social argentino Ernesto Laclau, durante su conferencia magistral en el Seminario
Internacional Medios, poder y ciudadanía en Sudamérica, organizado por la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Ecuador.
“Para mí, populismo no es un
término peyorativo sino una forma de construcción de los político”, aseguró
Laclau, quien aprovechó su presencia en Quito para presentar su revista Debates
y Combates.
En desarrollo de las charlas que
dio en FLACSO entre el 17 y 18 de mayo, Laclau dejó en claro que toda política
es populista habida cuenta que el populismo no es otra cosa que la forma en que
un líder simboliza y articula demandas sociales insatisfechas.
“En América Latina, los nuevos
regímenes nacional-populares empiezan a erigirse después de dos derrotas: la
existencia de regímenes militares y el predominio del neoliberalismo al
comienzo de los años 80 pero hegemónicamente en los 90. Este tipo de política
condujo a un desastre generalizado”, explicó.
Recordó que para apuntalar las políticas
neoliberales en buena parte de la región fue necesario tener dictaduras militares.
"Sin Videla, en Argentina, y Pinochet, en Chile, los planes del
neoliberalismo no hubiesen sido posibles", argumentó.
Con el fracaso del neoliberalismo
y con él la desarticulación tanto de las economías como de los sistemas
políticos se dieron las condiciones para una interpelación popular a las masas
que, a partir de un punto de poder produjeron proyectos de cambio como los que
se han dado en buena parte del sur del continente.
Para Laclau, el signo de este cambio en América Latina es un
predominio del poder ejecutivo sobre el legislativo. “El poder legislativo ha
sido, tradicionalmente en América Latina, la sede de reconstitución del poder
de las oligarquías locales; mientras que, cuando ha habido proyectos más
radicales de cambio, estos han residido en el predominio del poder ejecutivo”.
Doctorado en Oxford, a donde
llegó con el padrinazgo de Eric Hobsbawn, Laclau es un reputado historiador,
sociólogo y filósofo. Profesor emérito de la Universidad de Essex
en Inglaterra, también se desempeña como catedrático de Humanidades y estudios retóricos de la Universidad Northwestern
en Chicago, Estados Unidos y director del Centro de Estudios del Discurso y las
identidades sociopolíticas de la Universidad Nacional
de San Martín en Argentina. Autor de varios ensayos y libros, entre los que se
destacan La razón populista y Hegemonía y estrategia socialista, trabajo este
último realizado conjuntamente con su esposa la politóloga belga Chantal
Mouffe. Su actividad académica e intelectual la alterna durante el año entre
Londres y Buenos Aires y los diversos lugares del mundo a donde es invitado a
dictar conferencias.
NUEVAS FORMAS INSTITUCIONALES
La irrupción de gobiernos
nacional-populares en varios países latinoamericanos ha generado al decir de Laclau
nuevas formas institucionales para ejecutar los proyectos políticos que se
caracterizan por su alto impacto social como las misiones en Venezuela, las
reformas introducidas por el krischnerismo en Argentina y toda la
institucionalidad creada por el gobierno ecuatoriano del presidente Rafael
Correa.
“Tenemos un nuevo
institucionalismo que no rompe con el anterior pero lo va a compensar con las
formas del poder popular”, señaló.
“Desde
el Caracazo y a lo largo de todos los años 90, Venezuela entró en un proceso de
desinstitucionalización. Las instituciones no representaban mecanismos viables
de las demandas. Todo el mundo percibía que algún cambio radical en la forma de
Estado tenía que ocurrir. Cuando esta situación se da, según la lógica de
equivalencia de la construcción de un pueblo como agente político y la
emergencia de un líder, son elementos casi inevitables. Por eso es difícil que
los sectores antiguamente institucionalizados puedan volver. Simplemente porque
esa institucionalidad ya estaba quebrada. Por lo tanto, la oposición venezolana
no puede ser una oposición nostálgica del antiguo institucionalismo. No creo
que pueda haber un populismo sin una ideologización del espacio político,
porque el populismo siempre crea nuevas formas de legitimidad que van en contra
de las que existían anteriormente. Todo populismo es un momento de ruptura. El
desafío se encuentra en aceptar el cambio histórico que se ha producido en la
sociedad venezolana y bregar por objetivos nuevos. El desafío del chavismo es
consolidar un régimen nacional popular que sea compatible con las instituciones
democráticas”.
POPULISMO, UNA DIMENSIÓN IDEOLÓGICA
Laclau ha trabajado el tema del populismo
como una categoría política que implica la existencia de un ícono o símbolo
asociado con una ideología que, de acuerdo a su contexto, retiene o renueva su
significado.
El término populismo desde su
óptica no puede ser deslegitimado o satanizado como lo hace la derecha y
destaca el anclaje popular y nacional que han logrado los gobiernos de Hugo Chávez, Cristina Fernández
de Kirchner, Evo Morales y Rafael Correa, al producir una ruptura en sus
respectivos países y una nueva legitimidad política.
Fue enfático en precisar que dentro
del análisis político, el populismo no es una ideología, sino una dimensión de
la ideología. “Se puede ser populista de derecha, centro o izquierda”. Puso
como ejemplo a Benito Mussolini y a Mao Tse Tung, el uno fascista y el otro
comunista.
“El populismo no es en sí ni malo
ni bueno: puede avanzar en una dirección fascista o puede avanzar en una
dirección de izquierda. El maoísmo, por ejemplo, fue un movimiento populista en
el cual las masas de China, que estaban desorganizadas por la invasión
japonesa, consiguen una expresión a través del Partido Comunista. Pero también
fue populista el fascismo italiano. Otra vez: el populismo no es ni bueno ni
malo: es el efecto de construir el escenario político sobre la base de una
división de la sociedad en dos campos”.
Rechazó la postura de ciertos
sectores de la oposición de América Latina que tildan a los presidentes
progresistas como autoritarios, al tiempo que se refirió al rol que juegan los
grandes medios de comunicación por desprestigiar a los gobiernos de izquierda.
“El conglomerado de empresas de
medios ejerce una especie de poder opositor de gobiernos que, muchas veces,
buscan corregir errores de gobiernos precedentes de matriz neoliberal”. Por
ello expresó que, conforme a la actual época de inusitado desarrollo
tecnológico, se requiere de una ley de comunicación para democratizar la
información en los países de la región.
CADENAS DE EQUIVALENCIA
Laclau denomina como “cadenas de
equivalencia” las diversas reivindicaciones sociales que se dan en la etapa
prepopulista en la cual surge un líder que responde a los requerimientos de
buena parte de la población.
“Una vez que se dan una serie de
demandas insatisfechas, éstas deben cristalizar simbólicamente alrededor de un
dirigente. ¿Por qué el líder? Mientras más institucionalizada se encuentre una
sociedad más la gente vive inmanentemente dentro de un aparato impersonal. Pero
mientras más la gente se encuentre con las raíces sociales a la intemperie, más
necesitará de una forma de identificación exterior a su experiencia cotidiana a
través de la cual reconstituir un sentido de la propia identidad. Y en ese
punto la figura del líder es central. Sin una
dosis de populismo no habría política. Recuerdo el famoso lema de Saint Simon,
según el cual el paso a una sociedad sin política debía ser «la transición del
gobierno de los hombres a la administración de las cosas». Pero en una sociedad
donde toda demanda se resuelve en forma administrativa y sin disputas, evidentemente
no hay política. La política adviene cuando las demandas sociales chocan con un
sistema que las niega, y aparecen distintos proyectos que disputan por
articularlas. Por otra parte, una sociedad que fuera totalmente reglamentada,
donde no hubiera política, sería una sociedad donde el pueblo o «los de abajo»
no tendrían ninguna forma de expresión”.
“Supongamos -añade- que en una localidad hay un grupo de
gente que le pide a la municipalidad que cree una línea de ómnibus para
llevarlos desde el lugar donde viven al lugar donde trabajan. Supongamos,
también, que la demanda no es satisfecha, con lo cual se genera una
frustración. Si esa gente empieza a ver que alrededor de ellos hay una serie de
otras demandas que tampoco son satisfechas (con respecto a la salud, a la
escolaridad, a la seguridad, por ejemplo), entre todas esas demandas
insatisfechas se empieza a crear una cierta solidaridad, y se empieza a ver que
hay una especie de distancia entre el espacio en el cual se generan las
demandas populares y el poder. Ese tipo de distancia empieza a crear una
especie de división en el campo social entre el poder y el ámbito popular. Es
decir: empieza a surgir el clima donde el populismo puede emerger”.
“En cierto momento la gente
empieza a advertir que entre todas las demandas insatisfechas se establece lo
que yo llamo en mi teoría una cadena de equivalencias, porque todas ellas
expresan un cierto rechazo respecto de un sistema. Ahí es donde se crean las
bases para el populismo, la existencia de un pueblo que se enfrenta al poder
establecido. Si la demanda es esa línea de ómnibus, y se puede articular con
otras demandas parecidas, ¿por qué tenemos que pensar que es algo antisistema y
no movilizador del sistema? En el sentido en que el sistema tendría que funcionar
de todas maneras”.
LIBERALISMO, DEMOCRACIA Y POPULISMO
Para dar contexto histórico al
proceso político que desemboca en las primeras experiencias populistas en
Latinoamérica, el científico social argentino se remonta a la Europa del siglo XIX. La
génesis de este proceso la explica así:
“A principio del siglo XIX, en Europa, liberalismo y
democracia eran términos antagónicos, el liberalismo era una forma
perfectamente respetable de organización política mientras que la democracia
era un término peyorativo porque se la consideraba el gobierno de la turba.
Después del ciclo de revoluciones y contrarrevoluciones se gesta al fin un
equilibro siempre precario entre esos dos términos”.
“En América Latina el liberalismo
y la democracia siempre marcharon por caminos diferentes porque el liberalismo
era la forma de organización política de las oligarquías locales y la
democracia era algo que no se expresaba a través de los canales liberales sino
que se expresaba muchas veces a través de dictaduras militares de carácter
nacionalista. Y los regímenes que eran predominantemente democráticos
fueron formalmente antiliberales. Cuando la democracia empieza a surgir en
América Latina es siempre rompiendo con los esquemas clientelistas del poder.
En la Argentina
el peronismo no fue una excepción a este proceso. Hubo muchos otros
procesos en América Latina que transitaron vías similares. El Estado Novo de
Vargas fue una expresión de un nacionalismo populista democrático formalmente
antiliberal y antioligárquico. El peronismo de algún modo lo fue, junto con
otros modelos. Cuando uno pensaba el
sujeto emancipatorio a principios del siglo XX, pensaba en la clase obrera;
pensaba en una simplificación de la estructura social bajo el capitalismo. Era
un discurso en torno de la homogeneización y la eliminación progresiva de las
diferencias. Hoy ocurre lo contrario: hay una explosión de diferencias y el
problema político fundamental es cómo reunirlas en un proyecto de emancipación
más global. Desde el punto de vista de la izquierda, el desafío ahora es seguir
ampliando los niveles de acceso de los excluidos y, a la vez, encontrar un
discurso político articulador para la enorme proliferación de diferencias”.
“DICTADURAS NACIONALISTAS DEMOCRÁTICAS”
“Los
Estados latinoamericanos eran oligárquicos-liberales y caudillistas, pero no
eran en absoluto democráticos. Había un clientelismo total con las bases de
sustento. El resultado fue que, como consecuencia del desarrollo económico,
empiezan a surgir sectores de clase media profesional, sectores populares de
distinto tipo que tienen demandas que los regímenes oligárquico-liberales son
incapaces de resolver las demandas de las masas. Es ahí donde se produce un
cortocircuito. En un momento las demandas van más allá de la capacidad de absorción
de los sistemas liberales y entonces empiezan a cristalizar dictaduras
militares nacionalistas que son profundamente democráticas. Sí, es la idea de
la dictadura del pueblo. Hacia 1910 hubo grandes esfuerzos reformadores del
clase media que trataban de ampliar las bases sociales del sistema. Fue el caso
de Irigoyen en Argentina, Suárez Ordóñez en Uruguay, Alexandri en Chile, Madero
en México, Rui Barbosa en Brasil. Pero como resultado de la crisis económica de
los años treinta estos esfuerzos reformistas fracasan y el resultado es que las
demandas insatisfecha se empiezan a expresar a través de regímenes que ponen en
cuestión las bases de la organización liberal. En Argentina fue el peronismo,
en Brasil el varguismo, el MNR en Bolivia y así por el estilo. Es decir,
reformas populares democráticas pero que se desarrollan en un cuadro
institucional no liberal. La tradición popular-nacional-democrática y la
liberal-democrática siguieron separadas. Y yo pienso que solo en los últimos 30
años, como resultado de las dictaduras más brutales que el continente haya
experimentado y que golpearon a las dos tradiciones, es que éstas tienden a
converger, pues ya no son incompatibles con el funcionamiento
democrático-liberal de las instituciones. El imaginario global sigue siendo
popular-nacionalistas, pero las formas institucionales son perfectamente
compatibles con la idea las instituciones liberal democráticas”.
TENSIÓN CREATIVA
En
concepto de Laclau la tensión que están generando los proyectos populares en
América Latina constituyen “tensiones creativas” porque dan lugar a nuevas
circunstancias políticas así como a nuevas instituciones, las cuales, afirma,
no son ni puede ser “neutrales”.
En
el ámbito político apunta que los gobiernos populistas de izquierda o centro-izquierda
en la región han contribuido a la desintegración de los sistemas tradicionales
de partidos. “Los partidos de oposición de derecha se han desgranado y se
quedaron sin proyecto político. La derecha en Latinoamérica se ha comenzado a
organizar no a través de los partidos sino del poder mediático”.
Finalmente,
insiste en que estos proyectos progresistas necesariamente chocan con las
formas institucionales existentes “por lo que tendrán que cambiarlas en una u
otra dirección, es lo que Gramsci llamaba guerra de posición consistente en
crear nuevos complejos institucionales”.
Laclau
es optimista del futuro político de América Latina. Considera que la región
atraviesa por un buen momento histórico-político y concluye señalando que hoy
esta región va camino a consolidarse como un país, una sola nación, como lo
soñó el historiador argentino Abelardo Ramos en uno de sus libros en 1949. Tras
advertir que “va haber populismo para rato”, recomienda “reconquistar nuestro
pasado para construir un imaginario político nuevo”.
Quito,
Ecuador, mayo de 2012.