lunes, 24 de mayo de 2021

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

‘CASTROCHAVISMO’, SOCIALISMO Y PROGRESISMO EN LATINOAMÉRICA: UNA ESQUEMÁTICA INTERPRETACIÓN


 



POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ /

 

Dentro de los infundios lanzados por algunos demagogos que es para chiste y que logró calar en amplios sectores de opinión, particularmente en Colombia con el propósito de inocular miedo, está el término “castrochavismo” inventado por el sociólogo e historiador chileno Fernando Mires, para describir una supuesta ideología de izquierda consistente en la combinación del castrismo y el chavismo, (como si los regímenes de Cuba y Venezuela desde el punto de vista económico se pudieran equiparar), que posibilitara el triunfo político-electoral del denominado Socialismo del siglo XXI o el comunismo en algunos países de América Latina, o incluso en los propios Estados Unidos, al decir de manera excéntrica por Donald Trump y sus abogados ante el resultado electoral adverso del pasado 3 de noviembre.

 

El mundo de la política está lleno de engaños, mentiras, tretas y simulaciones como todas aquellas que la derecha internacional y Washington en su propósito de consolidar su posición hegemónica a nivel planetario desplegaron una vez caído el Muro de Berlín y el posterior derrumbe de la Unión Soviética. Se habló entonces del “fin de la historia” y de las ideologías para significar el predominio mundial del capitalismo y su sistema político, la democracia liberal. De esta manera, se puso en marcha la estrategia de consolidar el malhadado modelo económico neoliberal en los años 80 del siglo pasado por parte de la ultraconservadora primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher y su correligionario el mandatario estadounidense, Ronald Reagan mediante el decálogo del denominado Consenso de Washington, que efectivamente mucho tiene de Washington y prácticamente nada de consenso. Un modelo que volvió al mundo esclavo de la bancocracia (el sector financiero internacional), desmantelando el Estado y las garantías sociales, entregando a precio de feria los activos públicos al sector privado, privilegiando la ganancia del gran capital, destrozando el medio ambiente con tal de explotar al máximo los recursos naturales, en fin, convirtiendo la vida en una mercancía y generando una crisis civilizatoria.




Ante semejante esquema económico que atenta contra la vida humana y la viabilidad existencial del planeta, las sociedades en diversos sectores del mundo reaccionaron y al comenzar el siglo XXI irrumpieron una serie de organizaciones sociales y protestas para adversar dicho modelo prohijado por Estados Unidos, el gran capital y sus aparatos geopolíticos como la Unión Europea, y fundamentado ideológicamente por la derecha internacional. Fue América Latina uno de los epicentros a nivel global de rechazo al neoliberalismo, lo que trajo como consecuencia la irrupción de gobiernos alternativos y progresistas, y en donde también se originó el término Socialismo del siglo XXI, dando paso además a sectores progresistas que propenden por volver a un sistema económico en que el eje articulador sea el Estado, pero dentro del capitalismo, por cuanto el contexto histórico y la correlación de fuerzas no permite derrumbar este sistema. No obstante, la derecha ha elaborado su discurso señalando que tales sectores progresistas lo que buscan es el retorno del comunismo y como ya es común oír a sus máximos exponentes, convertir a nuestros países en una Venezuela o en una Cuba, sin que nadie les rebata que las críticas condiciones de vida en que se debaten estos países se debe a los criminales bloqueos económicos y políticos impuestos por los gobiernos de Estados Unidos.

 


De manera esquemática y tratando de hacer un ejercicio didáctico podríamos definir con el expresidente ecuatoriano Rafael Correa que el Socialismo del siglo XXI es un proceso en permanente construcción caracterizado por ser participativo y radicalmente democrático, sustentado en una nueva concepción de desarrollo, en la que se busque vivir bien, no vivir mejor, para lo que hay que incorporar aspectos como la equidad de género, regional y étnica, además de la armonía con la naturaleza. Para ello es necesario destacar la importancia innegable del Estado y el respeto por la propiedad privada. Sin descartar que el Estado sea propietario de sectores estratégicos de la economía y que haya otras formas alternativas de propiedad. En el caso latinoamericano, se apuesta por la integración cultural, económica, política, ecológica y social del hemisferio para lograr su verdadero progreso, evitando fracturas externas que pretenden someter a la región.

 

Como se puede observar, no se trata de llevar a efecto una especie de Revolución Francesa decapitando cabezas, sino simplemente poner en práctica una filosofía progresista que garantice los derechos fundamentales de subsistencia de la sociedad, respetando y elevando la dignidad humana.






 

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