domingo, 28 de febrero de 2010

COLOMBIA


NO OBSTANTE EL FIN DE LA SATRAPÍA DE ÁLVARO URIBE

COLOMBIA SIGUE CONDENADA A LA DERECHA NEOLIBERAL

POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ

Las elecciones presidenciales en Colombia se parecen a las carreras de caballos, con la única diferencia que los que compiten en la contienda política electoral en este país son “de propiedad del mismo dueño”. En efecto, históricamente los aspirantes a gobernar esta conflictiva nación han respondido a los grandes intereses de una oligarquía corrupta y mezquina que ha condenado a este país a la inequidad social, la violación de derechos humanos, el atraso, y se ha empeñado a toda costa en combatir todo síntoma de proceso emancipatorio. Ahí está la razón por la que los colombianos no han podido superar un largo conflicto interno que ya va para medio siglo sin esperanzas de solución.

Por eso si bien se siente un fresco luego del contundente fallo de la Corte Constitucional que pone fin a ocho años de satrapía de Álvaro Uribe Vélez, un astuto chalán de caballos metido a político y negociante desde sus años mozos, con estrechos vínculos con los criminales grupos paramilitares que han asolado a Colombia y prácticamente lograron tomarse el control del Congreso de la República, el horizonte de esta nación andina no es nada halagador.

Y de ninguna manera lo es, porque en Colombia no existe en este momento un proyecto progresista coherente y de largo aliento que dé al traste el espoliador modelo neoliberal o reivindique la soberanía nacional para restaurarle la dignidad al país, dejando de ser una colonia al servicio de Estados Unidos que es la negra herencia que dejan tanto Uribe como su antecesor Andrés Pastrana Arango (1998-2002).

Los mismos con las mismas

Infortunadamente para la inmensa mayoría de colombianos, manipulados mediáticamente y aconductados según las conveniencias de los sectores más retardatarios y ultraconservadores, las opciones políticas con más chance para suceder a Uribe no representan cambio alguno en cuanto al modelo económico y el esquema político.

Los candidatos presidenciales de la derecha anuncian a los cuatro vientos que continuarán desarrollando la obra que deja este mandatario corrupto y autócrata que no obstante las pruebas al canto, la “gran prensa” ha vendido el embuste de que es uno de los “mejores Presidentes de Colombia”.

El legado de Uribe se puede sintetizar en el sello neoliberal en lo económico, una estrategia de represión en lo político con graves violaciones a los derechos humanos y de mano dura y tierra arrasada en materia de paz interna, que se refleja en un país con conflicto armado lejos de ser resuelto, con una situación social que es una bomba de tiempo (con indicadores de gran retroceso en salud, educación, empleo, vivienda) y con los sectores mafiosos que lo han apoyado durante sus dos periodos presidenciales haciendo fuerte presencia en el Congreso de la República y en los gobiernos regionales y municipales.

Los dos candidatos con mayor opción para ganar las elecciones presidenciales de mayo de este año, Noemí Sanín Posada y Juan Manuel Santos Calderón representan los mismos intereses que ha protegido Uribe. Es decir, son los mismos con las mismas.

Lo que sucede es que el establecimiento colombiano no es homogéneo y si alguno de los dos llega a la Casa de Nariño habrá como es obvio, una nueva correlación de fuerzas, pero en últimas, representan una posición de clase que ve al Estado colombiano como su botín.

“Una rata de alcantarilla”

Quien mejor definió a Santos Calderón hace algunos años fue el ex embajador en Washington, Carlos Lleras de la Fuente (hijo del ex presidente colombiano Carlos Lleras Restrepo) al compararlo como “una pobre rata de alcantarilla”.

Juan Manuel Santos que es un político ladino, sinuoso, considera que por ser descendiente de la familia del ex presidente Eduardo Santos (1938-42) que impulsó el emporio comunicacional de la Casa Editorial de El Tiempo y que hace dos años fue adquirida en un 51% por el grupo ultraconservador franquista español Planeta, está predestinado a ser Presidente de Colombia.

Su carrera política comenzó en la década de los 90 cuando el presidente neoliberal César Gaviria (1990-94) lo llamó a colaborar como ministro de Comercio Exterior. Posteriormente fue ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana y titular de la cartera de Defensa en la segunda administración de Álvaro Uribe.

Característica de su catadura moral es la traición, la hipocresía y su ambición desmedida. Santos es un Fouché criollo. Ha conspirado contra todos los gobiernos de los últimos 20 años y ha terminado de aliado de ellos. Cuando Uribe se propuso hacerse reelegir en 2006, desde sus columnas de prensa se opuso a ella, pero paradójicamente terminó asumiendo la dirección del partido político del mandatario (el Partido de la U) y ahora funge como su directo heredero.

Son de antología dos frases suyas que reflejan su oportunismo: a finales de la década de los 90 dijo que “Colombia necesita un Fujimori” y que si el país quería la paz había que “hacer un Frente Nacional con la guerrilla”. En ambos casos y con su cinismo característico debió rectificar.

Oportunismo y la cara amable de la ultraderecha

Noemí Sanín Posada, la candidata del Partido Conservador constituye la cara amable de la ultraderecha y del modelo neoliberal. Igual que Santos se caracteriza por su oportunismo político. Educada bajo la filosofía de los jesuitas de “prenderle una vela a Dios y otra al diablo”, ha participado prácticamente en todos los gobiernos del bipartidismo liberal-conservador de los últimos 25 años, cuando no ha estado de ministra o embajadora se ha puesto al servicio del sector financiero.

En la campaña presidencial de 2002 dijo que “si gana Álvaro Uribe es como si ganara Carlos Castaña” el sanguinario jefe paramilitar asesinado. Sin embargo no tuvo inconveniente alguno de aceptarle las embajadas tanto en España como en Reino Unido y de proponer en 2005, su reelección inmediata.

Por conveniencia electoral en sus dos campañas presidenciales pasadas (1998 y 2002) aparentó una solapada independencia de los partidos tradicionales que le dio cierto rédito político, pero ahora volvió a sus orígenes y será la candidata del Partido Conservador. Es muy cercana al Opus Dei, con amplia experiencia burocrática, aunque muy libreteada en sus discursos y declaraciones. Sus buenas maneras, su elegancia y su cercanía con los sectores empresariales colombianos y transnacionales, la convierten en la cara amable del neoliberalismo.

La opción más retardataria

Aunque ha bajado sustancialmente en las encuestas debido en buena medida a su distanciamiento con el presidente Uribe, Germán Vargas Lleras es otro de los candidatos que tanto Sanín como Santos deberán tener en cuenta a la hora de las coaliciones, en caso de que haya segunda vuelta para definir al próximo Presidente de Colombia.

Vargas Lleras (nieto del ex presidente Carlos Lleras Restrepo que gobernó entre 1966-70) representa lo más retardatario del pensamiento conservador colombiano. Es un neoliberal recalcitrante, su política frente a la guerrilla será de más represión que la que impuso Uribe, pues tiene sed de venganza con las Farc que le hicieron un atentado en el que perdió tres dedos de una mano.

Es tan o igual de cipayo de los Estados Unidos que Uribe y Santos y representa los intereses de lo más rancio de la corrupta oligarquía colombiana.

El hombre del Comando Sur, disfrazado de socialdemócrata

En el tablero del ajedrez político colombiano también hay que tener en cuenta al candidato del Partido Liberal, Rafael Pardo Rueda, un hombre dúctil que inició su carrera política con los gobiernos del liberal Virgilio Barco (1986-90) y del neoliberal César Gaviria (1990-94) y después se conservatizó al apoyar a Andrés Pastrana y a Álvaro Uribe, en su primera campaña. Fue uno de los impulsores de la reelección de este último, pero terminó alejándose de él y haciéndole oposición. Hoy, es el candidato del Partido Liberal y sin ningún escrúpulo afirma que es socialdemócrata, como si su pasado no contara.

Es un hombre cercano al Comando Sur del Pentágono y funcional a los dictados de Washington, dado que su desempeño como ministro de Defensa en el gobierno de Gaviria le permitió estrechar lazos con esa instancia norteamericana de poder militar.

Pardo Rueda será factor determinante en la correlación de fuerzas del nuevo gobierno que comenzará el 7 de agosto de 2010.

Por la senda neoliberal y la dependencia de Washington

Estos cuatro candidatos del abanico presidencial pueden que tengan diferencias de matices pero representan lo mismo. Cuentan con el respaldo económico de la oligarquía criolla y su entramado empresarial y mediático; son defensores a ultranza del leonino y criminal Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, así como de profundizar los convenios militares con Washington y por eso apoyaron con entusiasmo la presencia de tropas norteamericanas en siete bases colombianas.

Todos ellos coinciden en su antipatía al gobierno venezolano de Hugo Chávez y recelan de los presidentes Rafael Correa de Ecuador y Evo Morales de Bolivia. Consideran que procesos como el del ALBA o la integración latinoamericana son una amenaza para los privilegios de los sectores dominantes de la región y constituyen el renacer del comunismo.

Cualquiera que llegue a la Casa de Nariño, da igual. Simplemente habrá un cambio de caras en los carros oficiales y Uribe podrá decir que hay guarda en la heredad, habida cuenta que sus pupilos continuarán con su “gran obra de gobierno”.

Se va el sátrapa

Aunque con un gran despliegue propagandístico y mediático, Uribe termina en agosto sus funestos ocho años de gobierno dejando un país postrado tanto en lo económico, como en lo político y social, sus áulicos y aliados quieren hacer ver que hizo una excelente obra.

La realidad está a la vista. Colombia retrocedió en materia política, al ver afectado su sistema de pesos y contrapesos. Uribe logró imponer sus fichas en varias corporaciones judiciales y en los órganos de control, al tiempo que impulsó a sus socios políticos vinculados al narcoparamilitarismo para que se tomaran el Congreso de la República. Afortunadamente, alrededor de 70 congresistas, la gran mayoría uribista, está en la cárcel. Mediante el cohecho, la trampa y el fraude obtuvo su reelección en 2006. El poder lo utilizó para enriquecer a sus hijos mediante escandalosos negociados y dar subsidios agrícolas a terratenientes y familias pudientes que financiaron sus campañas.

Utilizó el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), la agencia de seguridad de la Presidencia de Colombia, para entregárselo a los paramilitares y montar dese ahí una criminal estrategia que posibilitó interceptar llamadas telefónicas a dirigentes de la oposición, magistrados de las altas Cortes, periodistas y defensores de los derechos humanos.

Y qué decir de los resultados en materia social y económica. Ahí están las cifras y los resultados: entrega un sector salud postrado, el desempleo en el 15% y el 60% de la población en la línea de pobreza e indigencia.

Semana de pasión

La semana comprendida entre el 21 y el 26 de febrero ha sido la peor que le ha tocado vivir durante sus ocho años de autocracia a Uribe Vélez. En la Cumbre del Grupo de Río realizada en Cancún, al mandatario colombiano le salió el tiro por la culata. Trató de desviar la atención con el sainete que le armó al presidente Chávez para impedir que se avanzara en la consolidación del nuevo bloque regional sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, y no lo logró. Por el contrario, recibió el rechazo de los asistentes al encuentro y dejó en claro que es el peón del imperio, como bien lo señaló el presidente boliviano Evo Morales.

A mediados de la semana, su primo y socio político el ex senador Mario Uribe Escobar fue detenido y llevado a la cárcel por sus nexos con grupos paramilitares. En el ámbito económico la agencia oficial de estadística anunció que el desempleo ha llegado casi al 15% y para completar, el viernes 26 de febrero la Corte Constitucional anunció el fallo que hundió la ley de referendo que buscaba consultar por vía popular la posibilidad de un nuevo periodo presidencial y en la cual estaba esperanzado Uribe para perpetuarse en el poder.

La corrupción en grado superlativo, la represión, la violación de los derechos humanos, el retroceso en materia social, política y económica, la guerrilla disminuida pero no acabada, el modelo neoliberal profundizado y sus áulicos buscando sacar provecho de su fabricada popularidad, constituyen el gran legado de Uribe Vélez.

Por eso como señaló el columnista del diario El Espectador de Bogotá, Ramiro Bejarano, “bien ido el sátrapa”.


Bogotá, marzo 1 de 2010.

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