jueves, 22 de mayo de 2014

COLOMBIA

“HA SIDO UNA CAMPAÑA ELECTORAL SIN IDEAS PERO LLENA DE AGRAVIOS”





POR MARÍA CONSTANZA COSTA / PORTAL DEL SUR

A menos de una semana de que se celebren las elecciones presidenciales, Colombia transita la recta final de una campaña electoral que cambió su tono radicalmente en medio de acusaciones de corrupción y de “campaña sucia”, sumado a una profundización de un discurso de derecha cuyo apoyo va creciendo en las encuestas, pero que no lograría alcanzar la mayoría necesaria para ganar la elección. Este panorama parece empujar el escenario político hacia la polarización entre santistas y uribistas, en el que el eje principal será “la guerra o la paz”. De este y otros temas, conversó Portal del Sur con el periodista colombiano Fernando Arellano Ortiz, director del sitio web crónicon.net y columnista de rebelión.org.

¿Cómo fue cambiando el escenario electoral en los últimos meses teniendo en cuenta una caída en la intención de voto a favor de Juan Manuel Santos?

La estrategia de Juan Manuel Santos orientada y dirigida por el cuestionado sicólogo y publicista político, Juan José Rendón, el venezolano asesor de los sectores de derecha más recalcitrantes en América Latina, ha apuntado a “inflar” al candidato escogido por Álvaro Uribe Vélez, el ex ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, con el convencimiento de que es el más fácil a derrotar en la segunda vuelta presidencial. Para forzar el crecimiento en las encuestas de Zuluaga, la campaña de Santos ha tenido la decidida colaboración del oligopolio de los medios de comunicación que respaldan su reelección. No hay que olvidar que la concentración de medios en Colombia es aberrante, peor que en Argentina con el Grupo Clarín. Tres grupos empresariales concentran más del 98% de la propiedad mediática, cuyos accionistas o directivos o están directamente emparentados con el presidente Santos, o les unen con él relaciones políticas, económicas o de estrecha amistad. No obstante esta circunstancia, hay que señalar que Zuluaga, luego de las elecciones de Congreso de marzo pasado fue adquiriendo peso político, habida cuenta que su movimiento Centro Democrático, que dirige Uribe Vélez, hoy senador electo, logró obtener más de dos millones de votos, con lo cual se fue posicionando en las encuestas. Dentro de este panorama electoral, la guerra sucia entre santismo y uribismo (por denuncias de cobros a narcotraficantes por parte de Rendón y de Germán Chica, ex asesor presidencial de Santos para lograr una negociación de rebaja de penas con el gobierno colombiano, por un lado; y el espionaje cibernético por parte de la campaña uribista a los negociadores del proceso de paz en La Habana, por otro) ha generado que la campaña presidencial en Colombia haya terminado criminalizada y que los reflectores de la prensa enfoquen principalmente a los candidatos en pugna: Santos y Zuluaga. De esta manera, y siguiendo los cálculos de la campaña santista, los colombianos, en caso de que el candidato del uribismo pase a la segunda vuelta, no tendrían otra disyuntiva que escoger entre la paz o la guerra, entendiendo que Santos inició el proceso de la salida política negociada con las FARC, mientras que el uribismo en cabeza de Zuluaga ha anunciado que pondría una serie de requisitos y exigencias a la guerrilla para continuar negociando en Cuba. Lo cierto es que en esta oportunidad, Colombia se debate, en caso de que estos aspirantes presidenciales logren pasar a la segunda vuelta, entre el mal menor, pues Santos y Zuluaga representan lo mismo ideológica y políticamente, pero están divididos simplemente por odios personales.

En una campaña en la que parece no haber “grandes temas instalados”, Santos ha instaurado el eje de que existe una campaña sucia. ¿Qué análisis puede hacer sobre estas denuncias?

La campaña sucia surgió por la cantidad de versiones, filtración de información y manipulación tanto en medios de comunicación como en redes sociales tras la denuncias que hicieran el columnista de opinión de la revista Semana, Daniel Coronell y el diario El espectador de Bogotá, en el sentido de que el estratega publicitario de la campaña de Santos, el cuestionado Rendón junto con un ex asesor y amigo cercano del presidente habían recibido 12 millones de dólares de algunos narcotraficantes para que sirvieran de puente con el gobierno colombiano a fin de entrar en una negociación de rebaja de penas. Tras ese escándalo, la campaña santista no podía quedarse quieta y destapó con la colaboración efectiva y sorprendentemente oportuna del fiscal general, el espionaje que estaba realizando el uribismo a través de un hacker de los correos de algunos negociadores del gobierno y de las FARC que avanzan en el proceso de paz que se desarrolla en La Habana. En este escándalo que terminó criminalizando la campaña presidencial, el “latifundio mediático” colombiano, para utilizar una denominación del periodista Ignacio Ramonet sobre la concentración de la propiedad de los medios de comunicación, ha jugado un papel predominante. La “gran prensa” colombiana viene siendo cómplice de esta guerra sucia, pues titula e informa de acuerdo a la conveniencia de su respectivo candidato, contrata encuestas y las manipula según sus intereses políticos y corporativos. Además los dos canales privados de televisión que ostentan la mayor audiencia del país (RCN y Caracol) se han negado en forma reiterativa a realizar debates con los candidatos para hacerle el juego a Santos. Ha sido tan perniciosa esta guerra sucia entre el santismo y el uribismo con su candidato Zuluaga que las propuestas de los diversos aspirantes presidenciales quedaron relegadas a un segundo o tercer plano. En esta campaña los colombianos quedaron sin información adecuada ni contexto de las plataformas programáticas de los cinco candidatos que aspiran a gobernar el país. Lamentablemente ha sido un proceso político-electoral sin ideas pero lleno de agravios por los dos sectores de derecha que puntean las encuestas y que se odian a muerte.

En el último tiempo hubo un crecimiento de Zuluaga y su discurso de derecha. Una derecha que sigue resistiéndose a la transformación de los grupos armados en fuerzas políticas para la disputa electoral. ¿A qué factores le atribuye ese crecimiento?

Como lo señalé anteriormente, el crecimiento de Zuluaga se debe a dos factores fundamentalmente: el primero es que su sector político, que lidera el ex presidente Uribe, obtuvo en las elecciones a Congreso de marzo algo más de dos millones de votos lo que le permitirá contar desde el 20 de julio próximo con una sólida bancada parlamentaria: 19 senadores y 20 representantes a la Cámara. Ello sumado al protagonismo político desmedido de un dirigente cuestionado como Uribe que, no obstante su pasado inmediato, tiene amplia recepción en diversos sectores de la derecha. En un país “conservatizado” como Colombia, esta circunstancia ha producido sus réditos políticos. El segundo factor, es que la campaña santista considera que Zuluaga es el contrincante más fácil a vencer en segunda vuelta por cuanto que explotará el eslogan de “paz o guerra” e instalará como ya lo viene haciendo, las versión cierta de que Zuluaga es “un títere” de Uribe. Además, insistirá en que elegir a Zuluaga sería como reelegir a Uribe y sacará a relucir los múltiples escándalos de corrupción de sus ocho años de gobierno y sus estrechos nexos con el narcoparamilitarismo, así como sus pésimas relaciones con los gobiernos progresistas de América Latina, particularmente con los de Venezuela y Ecuador. En ese propósito de “inflar” a Zuluaga está contribuyendo el sistema monopólico de medios de comunicación que está alineado con Santos, el cual se ha prestado además, para la manipulación de encuestas y sondeos de opinión.

Podría pensarse que el Acuerdo de Paz sería el tema más relevante de la campaña, sin embargo los sondeos de opinión ponen como prioridad otros temas como el desempleo, cuando ni siquiera está en su índice más alto…

Si bien el tema del proceso de paz con las FARC es de suma importancia para un país como Colombia que lleva más de 60 años de conflicto interno, en esta campaña su incidencia no ha sido de mayor relieve como habría de esperarse por cuanto de los cinco candidatos, tres: Santos, Clara López (Polo Democrático Alternativo) y Enrique Peñalosa (Partido Verde) han expresado abiertamente su respaldo a los diálogos de La Habana, mientras que Zuluaga y la conservadora Martha Lucía Ramírez son claramente adversos al mismo. La campaña presidencial en materia de paz solo ha girado en torno de quiénes son los candidatos que continuarían con los diálogos y quiénes no, por lo que el tema ha terminado reducido en si los colombianos quieren “paz o guerra” para el cuatrienio próximo. En cuanto al tema del desempleo, hay que decir que sí genera inquietud e interés en razón a que si bien el gobierno muestra cifras en la dirección de que la desocupación laboral viene reduciéndose, lo cierto es que las mismas son engañosas y manipuladas. En efecto, no hay que olvidar que en Colombia, por virtud de las políticas neoliberales, algo más del 65% de la población activa labora en la informalidad y un gran porcentaje de los trabajadores son tercerizados. No existen por lo tanto prestaciones ni derechos laborales para el grueso de la población activa, razón por la cual el tema del empleo y la obtención de un salario digno constituyen una prioridad para la sobrevivencia de la mayor parte de los colombianos que deben soportar la precariedad laboral.

Volvió la Unión Patriótica, la izquierda logró confluir con una candidatura de unidad. ¿Cómo se imagina los cambios a futuro en el escenario político?

En buena medida, el futuro de la izquierda en Colombia va a depender del proceso de paz con las FARC. Si se llega a buen puerto en la negociación con la insurgencia, el tablero político del país cambiará sustancialmente y ahí la izquierda podrá tener perspectiva y horizonte en la medida en que logre concretar una gran convergencia de los sectores progresistas y democráticos para entrar a disputarle el poder a la derecha que tradicionalmente ha gobernado a Colombia. Por lo pronto, sectores de izquierda como el Polo Democrático y la Unión Patriótica tienen que seguir apostándole a consolidar un frente amplio de los sectores políticos y sociales alternativos (tipo el que gobierna en Uruguay) capaz de convertirse en opción válida de poder.

¿Por qué hay una gran parte de la sociedad que se abstiene de ir a votar?

Tradicionalmente Colombia ha sido un país de una inmensa abstención electoral debido al alto grado de corrupción de su clase gobernante y su incapacidad reiterativa para solucionar los ingentes problemas de la sociedad. Más del 60% de la población se abstiene de acudir a las urnas por su desencanto con una clase política conservadora que no ofrece alternativas. Cuando surge en este país un líder progresista o de izquierda, la misma clase tradicional liberal-conservadora que ha gobernado esta nación desde su independencia lo extermina vía la estigmatización y el homicidio como ha sucedido con dirigentes como Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Jaime Pardo Leal. La mayoría de la población vive por ello desencantada con la política, habida cuenta que los colombianos deben convivir con un esquema político paralizante caracterizado porque hay alternancia de personajes en el poder pero sin alternativas reales de cambio. En definitiva y parodiando al dirigente argentino peronista John William Cooke, podríamos decir que las zozobras del establecimiento colombiano “son las de un mundo agotado tratando de estirar los plazos de su aniquilamiento”.

En caso de que Santos y Zuluaga lleguen a segunda vuelta, tal como indican los sondeos de opinión, ¿cuál considera que será el escenario en el futuro inmediato de Colombia?

El escenario que se vislumbra en caso de que Santos y Zuluaga pasen a la segunda vuelta va a ser de incremento de la guerra sucia. La campaña presidencial se criminalizará aún más con denuncias penales de lado y lado. Con un Álvaro Uribe de jefe de campaña de Zuluaga siendo agresivo contra el proceso de paz y obviamente con Juan Manuel Santos. Se desencadenará entonces un período de agravios, los ataques personales subirán de tono, lo que puede ocasionar actos violentos. El santismo, por su parte, buscará por todos los medios instalar una matriz de opinión en el país según la cual la disyuntiva es guerra o paz, e inculcará temor por el retorno de un estilo de gobierno de ultraderecha como el de Uribe, representante del narcoparamilitarismo, capaz de hacer lo que sea por lograr sus funestos propósitos. La realidad política y social colombiana se tensará aún más en medio de un inconformismo generalizado de una población que solo ve postergar las soluciones a sus problemas más acuciantes.

Por último, ¿cuáles son sus expectativas en relación a los diálogos de La Habana?

Mis expectativas apuntan a que tanto el gobierno como las FARC logren concretar un acuerdo de desmovilización de la insurgencia que es el principio para comenzar a construir la paz. De esta manera se podrían poner los primeros cimientos para iniciar el posconflicto que debe caracterizarse por la ampliación de espacios democráticos y la ejecución de reformas como la agraria y la económica para posibilitar una mejor distribución de la riqueza y garantizar simultáneamente verdaderas oportunidades para la inmensa mayoría de los colombianos. Es un camino largo, lleno de dificultades, pero un reto apasionante para los sectores democráticos y alternativos que buscan para este país, “una segunda oportunidad sobre la tierra”, como en la crónica novelada del escritor colombiano Gabriel García Márquez.



Portal del Sur.info, 22 de mayo de 2014.




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