“PARA
SUPERAR EL CAPITALISMO, EL VALOR DE USO DEBE PREVALECER SOBRE EL VALOR DE
CAMBIO”: DAVID HARVEY
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
Buenos Aires
La
contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio ha llevado a la actual
crisis del capitalismo, afirmó el geógrafo y científico social británico David
Harvey durante una de sus intervenciones en el marco del VI Encuentro
Internacional de Economía Política y Derechos Humanos, organizado por la Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo, que tuvo lugar entre el 4 y 6 de octubre en Buenos
Aires. Por ello planteó la necesidad de que “el valor de uso debe volver a
tener vigencia”.
Harvey se
refirió a la situación en torno a la crisis del mercado inmobiliario y señaló
que una de las respuestas que debe dar la izquierda en tal sentido “es que la
vivienda vuelva a tener su valor de uso. O sea, atacar todo tipo de
especulación. Que el valor de uso se imponga al valor de cambio.” Y amplió el
concepto: también debe extenderse, recalcó, a la salud y a la educación.
Explicó que el
valor de cambio de la vivienda se ha vuelto más relevante por cuanto ésta se
convirtió en un elemento de especulación, hasta tal punto que hoy sea muy
difícil para millones de familias en varios países adquirir casa.
Como consecuencia
del auge especulativo, explicó, más de seis millones de estadounidenses han
perdido su vivienda. “El valor de cambio se volvió algo grave y por eso es
preciso que el valor de uso vuelva a tener vigencia”, insistió este geógrafo, sociólogo urbano, historiador
social marxista y profesor de reputación académica internacional.
“La segunda
contradicción a la que me quiero referir es que el valor en el capitalismo se
trata de la mano de obra. Es inmaterial pero objetivo. La representación
objetiva es el dinero” señaló. “Vemos formas ficticias del capital que se crean
constantemente y no tienen nada que ver con la creación del valor, están vinculadas
a la apropiación del valor”.
En este sentido,
Harvey coincide con lo expuesto por el
intelectual y humanista belga François
Houtart en su propuesta sobre la necesidad de una declaración Universal del
Bien Común, en la que sostiene que “La transformación del paradigma de la
economía consiste en privilegiar el valor de uso en vez del valor de cambio,
como lo hace el capitalismo. Se habla de valor de uso cuando un bien o un
servicio adquieren una utilidad para la vida de uno. Estos adquieren un valor
de cambio cuando son objeto de una transacción. La característica de una
economía mercantil es privilegiar el valor de cambio. Para el capitalismo, la
forma más desarrollada de la producción mercantil, este último es el único
«valor». Un bien o un servicio que no se convierte en mercancía, no tiene
valor, porque no contribuye a la acumulación del capital, fin y motor de la
economía (M. Godelier, 1982). Para esta perspectiva, el valor de uso es
secundario y, como lo escribe István Mészarós, «él puede adquirir el derecho a
la existencia si se amolda a los imperativos del valor de cambio». Se pueden
producir bienes sin ninguna utilidad a condición de que sean pagados (la
explosión de los gastos militares, por ejemplo, o los elefantes blancos de la
cooperación internacional) o se crean necesidades artificiales por la
publicidad (Wim Dierckxsens, 2011) o también se amplían los servicios
financieros en burbujas especulativas. Al contrario, poner el acento sobre el
valor de uso hace del mercado un servidor de las necesidades humanas”.
En el análisis
de este geógrafo inglés y profesor de la Universidad de Nueva York, en la sociedad
capitalista la ciudad se revela en la contradicción entre el valor de cambio –el
espacio producido como condición de la realización del lucro, produciendo la
ciudad bajo la égida de las necesidades del capital –y el valor de uso– la
ciudad creada para la realización de la vida en lugares específicos, muchos de
ellos degradados. Esa contradicción,
agrega, también revela la condición con que la ciudad se produce una producción
socializada pero una apropiación privada.
La ciudad
segregada revela la sociedad fundamentada en el intercambio, donde el propio
espacio es producido como mercadería, imponiendo al uso la mediación del
mercado inmobiliario. De este modo, señala Harvey, la producción del espacio
urbano se conecta cada vez más a la forma mercadería que sirve a las
necesidades de la acumulación promoviendo cambios, exigiendo readaptaciones de
usos y funciones de los lugares en la ciudad, reproduciéndose bajo la ley de lo
reproducible. Esto es así porque hoy,
cada vez más, el espacio producido como mercadería entra en el circuito del
intercambio atrayendo capitales que migran de otros sectores de la economía de
modo de viabilizar la reproducción en un momento de superacumulación del
capital que coacciona y solapa la producción de la ciudad como espacio-tiempos
de realización de la vida humana.
En su
disertación Harvey también se refirió a la forma como se representa el valor
social del trabajo y dijo que la misma es destructiva, por lo cual precisó que
se requiere “revolucionar el modo en que adjudicamos valor al trabajo”.
Analizó
igualmente la diferencia de ingresos entre la pobreza y la riqueza, y expresó
que “no hay ninguna razón por la cual la brecha entre riqueza y pobreza haya
llegado a los niveles que llegó. Sería posible manejar esa brecha entre
capitalistas y trabajadores. No tiene que ser necesariamente al nivel que llega
ahora. Vivimos en una plutocracia. La economía mundial es una plutocracia. Unas
500 familias concentran toda la riqueza. La brecha entre los ricos y los pobres
se ha ampliado de manera muy rápida”.
Entre las
contradicciones del capitalismo que detalló, habló de “la relación entre la
tecnología y las personas. Tenemos una tecnología que está generando personas
descartables. El trabajo de muchas personas se ha vuelto descartable. Hay
contradicciones que podríamos llamar fatales, otras que son imposibles de
resolver o manejar sin destruir el mundo -que siempre han estado latentes- en
la historia del capitalismo pero nunca han sido dominantes. ¿Se han vuelto
ahora dominantes? ¿Es el momento para pensar alternativas al modo capitalista
de producción?”, se interrogó.
Y luego enumeró:
“Una es la venganza de la naturaleza, la degradación del medio ambiente global.
La segunda es la contradicción del crecimiento perpetuo. Ahora China y el ex
bloque soviético han quedado absorbidos por la dinámica capitalista, en la que
el crecimiento del 3% para siempre no puede continuar. Que la crisis vaya de un
lado del mundo a otro es un signo de esta contradicción”.
“El problema
central que debe resolverse –dijo Harvey- está bastante claro: el crecimiento
exponencial sin fin no es posible y los problemas que han afligido al mundo
durante los últimos treinta años indican que se está llegando a un límite en la
acumulación continua del capital que no se puede superar creando ficciones
provisionales”.
Aludió
igualmente a otra contradicción: “la alienación universal de los seres humanos
de ser partícipes activos en la creación del mundo en que viven. Si interpretamos
esto como una de las contradicciones profundas que Marx dice que son centrales
al capitalismo, ha llegado el momento en que todo se va a quebrar, pero tenemos
que intentar que se quiebre de una forma y no de otra”, expresó.
LAS CIUDADES SON UN BOTÍN DE LA LUCHA DE CLASES
Dada su
especialización en urbanismo y geografía, el teórico social inglés abocó el
tema de la relación entre la acumulación del capital y la lucha de clases,
centrada en el ámbito de la urbanización.
Sobre el
particular trazó un paralelismo entre la crisis del 30 y la situación actual, haciendo
notar las ondas especulativas en el ámbito inmobiliario previas a ambos
momentos históricos que, según su visión, anticiparon y precipitaron las
crisis.
“Los mercados de
propiedades y la urbanización tuvieron un papel en la formación de la crisis.
Los mercados urbanos y la urbanización también sacaron a las diversas crisis
capitalistas de la depresión. Sólo se podía salir con medidas expansivas, una
de ellas: la construcción de viviendas”.
La teoría que
Harvey desarrolló estuvo centrada en la construcción de zonas residenciales
como mecanismo para la acumulación de capital y, a la vez, contención social.
“¿Qué revoluciones surgieron de las zonas residenciales estadounidenses?”, se preguntó
en ese sentido.
Además, señaló
que “recientemente hubo un estudio de la Reserva Federal de
San Francisco (California) que sacó como conclusión que Estados Unidos siempre
ha encontrado una manera para salir de la depresión: construir casas y llenarlas
con cosas. Es una observación interesante porque si miramos la dinámica de la
construcción de casas antes de la Segunda Guerra Mundial no se construían más de
500.000 mil viviendas y luego no menos de un millón, más autopistas, autos y
energía. Un modo de vida apuntado al consumismo”.
“El punto es que
cuando comenzamos a observar esta dinámica vemos que tiene un sentido
económico, político, cultural y no es sorprendente observar que con los años
EE.UU. se ha convertido cada vez en más conservador de su política”, añadió
reforzando su tesis.
Dentro de este
contexto, comparó la política económica de China con la empleada por Estados
Unidos en la época de posguerra: “Lo que está haciendo China es lo que hizo
EE.UU. después de 1945: inyectar recursos para la construcción de viviendas
residenciales, construcciones urbanas. Al mismo tiempo inyectaron capital
especulativo respecto a esas propiedades”.
Al enforcar el
fenómeno en América Latina, Harvey afirmó que “es interesante observar a países
como Brasil y Argentina y preguntarse cuál ha sido la relación entre la salida
de l a crisis 2001 y la construcción de viviendas. ¿Qué tipo de urbanización
ocurre aquí? Hay distinciones. Lula construyó casi dos millones de viviendas
para los sectores de menos recursos. El estilo de urbanización también es
importante”.
Dijo que las
dinámicas que vinculan la urbanización con la acumulación de capital son muy
fuertes: “Si lo que yo digo es cierto esto implica que el capital tiene la
capacidad de construir las ciudades que quiera sin importarle lo que necesita
la gente. Como individuos nos vemos obligados a vivir en el tipo de ciudad que
el capital quiera y el tipo de ciudad que es coherente con mantener la
acumulación de capital”.
“Tenemos que vivir en el tipo de ciudad que el
capitalismo quiere vivir y no necesariamente la que queremos. Por definición,
la ciudad es un botín de la lucha de clases”, aseveró.
“En general la
noción de clase en la traducción marxiana ha estado muy relacionada con el
lugar de trabajo pero ¿en qué medida las luchas urbanas han articulado una
retórica anticapitalista?”, se preguntó.
Profundizó sus
análisis señalando: “¿Dónde se explotan los trabajadores? En el lugar de
trabajo. Pero qué pasa cuando llevan su salario a su hogar: son explotados por
quienes le cobran la renta. Son formas secundarias de explotación. La
explotación se produce en el momento de la realización de la plusvalía, no en
el momento de la producción. ¿Cuántas personas, en EE.UU., se han visto
desalojadas de sus casas? Esta es una forma de explotación contra la que hay
que luchar. Es la economía de acumulación contra la desposesión”.
“Si la ciudad es
el sitio donde tiene que tener lugar la lucha de clases, ¿por qué no pensamos
en organizar ciudades enteras? ¿Qué pasa cuando eso ocurre?”, se interrogó y a
renglón seguido puso como ejemplo el “Cordobazo”, en Argentina en 1969, y las
ciudades de El Alto y Cochabamba, en Bolivia, entre el 2003 y el 2005.
ALIENACIÓN DE LOS PROCESOS POLÍTICOS
Finalmente, Harvey
habló de “la alienación universal de los procesos políticos”, como está
ocurriendo en algunos países europeos en los que, dada la magnitud de la crisis
económica, están surgiendo alternativas fascistas y puso como ejemplo el caso
de Grecia.
Por ello exhortó
a pensar en las contradicciones sociales, económicas y políticas del mundo,
habida cuenta que las mismas posibilitan comprender la realidad contemporánea.
Buenos Aires,
octubre de 2012.
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